Análisis
Tomado de Las 2 Orillas
Por Gabriel Ángel
El 25 de enero, en Pitalito, Huila, el excombatiente y militante del partido de la rosa, John Fredy Vargas Rojas, fue interceptado por hombres armados que lo asesinaron de varios disparos. John Fredy acababa de asistir a una reunión con funcionarios de la Agencia para la Reincorporación y Normalización, ARN, que los excluye de los beneficios si no acuden a la cita.
Días antes, en Dabeiba, Antioquia, había sido asesinado Hober Arias Giraldo. En los dos casos se trataba de reincorporados que adelantaban proyectos productivos de tipo agrícola, por iniciativa propia, en el área rural de los respectivos municipios. El 28 de enero fue baleado César Darío Herrera Gómez, cuando se dirigía al ETCR de Santa Lucía, en la zona rural de Ituango, Antioquia.
César Darío permaneció gravemente herido por varias horas en el lugar de los hechos, pese a la presencia de las autoridades. Solo cuando sus compañeros del ETCR arribaron al lugar, se pudo organizar su traslado a Ituango, en cuyo hospital falleció sin remedio. Son 25 los exguerrilleros ultimados violentamente en el departamento de Antioquia.
Y un número considerable de esos crímenes han ocurrido en Ituango. El pasado 14 de diciembre, asesinaron a Manuel González, exguerrillero reincorporado, hijo del excomandante del frente 18 Elmer Arrieta, en el momento en que se desplazaba en una motocicleta al mencionado ETCR. Su padre había recibido amenazas, por lo que había buscado protección en Medellín.
Circula por las redes un audio en la voz de Armando Rodríguez Ibarra, quien perteneció al Frente 27, en el que denuncia que recién al salir del municipio de Vistahermosa, Meta, donde se prepara en materia de Derechos Humanos, y en donde había tenido un encuentro con un funcionario de la ARN, fue víctima de un raro episodio que lo hizo sentir al borde de la muerte.
Dos sujetos vestidos de civil, cubiertos con ponchos, calzados con botas de caucho, armados de sendas pistolas 9 milímetros, le atravesaron una motocicleta y lo conminaron a detenerse. Tras una larga fuga y un seguimiento dignos de Hollywood, Armando logró refugio en la vivienda rural de unos parientes, donde corrió a protegerse en el monte cercano.
Desde allí telefoneó a cuanta entidad pudo en busca de auxilio. Su familia, al conocer el caso, se desplazó hasta el sitio y logró rescatarlo. De varios entes recibió llamados para preguntarle por su estado. Una de ellas provino del sargento García, de la policía de Vistahermosa, quien le dijo que había sido él, junto con otro policía. Creían que se trataba de un extorsionista.
Igual explicación dieron luego varios superiores de los policías. Podría pensarse que todo fue una equivocación del reincorporado. Aunque surgen las preguntas. ¿Por qué si lo seguían desde el pueblo no lo detuvieron allá, delante de la gente? ¿Por qué estaban vestidos de esa manera? ¿Por qué las armas en sus manos? En fin.
Apenas resulta normal que un reincorporado sienta desconfianza ante situaciones así, son prácticamente 180 los asesinados tras la firma del Acuerdo de Paz. La amenaza que se cierne sobre sus vidas es real. Ante hechos como esos nadie piensa que hay buena fe. Bernardo Mosquera Machado, quien en las Farc fue conocido como el Negro Antonio, es víctima en la actualidad de diversas amenazas e intentos por matarlo.
En diciembre pasado salió al pueblo cercano a su vivienda rural, donde recibió una llamada telefónica en la que le advertían que sabían que estaba allí, y que al regreso lo cocerían a tiros. Unos días después, cuando madrugó a trabajar en el campo, alguien le hizo varios disparos que pegaron en un árbol que le sirvió de trinchera. Ha elevado sus denuncias ante distintas autoridades e interpuesto derechos de petición ante la UNP en busca de protección.
Incluso lo han entrevistado. Pero de ahí no pasan. Es esa la seguridad de los reincorporados. Los mismos a los que no se les han dado un metro de tierra para sus proyectos productivos, pese al punto primero del Acuerdo de La Habana, del que por cierto el gobierno no ha cumplido ni una sola línea. Solo promesas y discursos vehementes, igual que sobre los puntos dos y tres que tratan de las garantías para su vida y su ejercicio político. Y para los líderes sociales. Sin mencionar el resto.
Según lo expresara públicamente la ministra de interior, el Acuerdo de Paz es semifallido porque los exguerrilleros no han cumplido. La terca verdad salta a la vista, no solo matan reincorporados, sino que quieren asestarle el golpe de muerte a los Acuerdos, y de paso al partido nacido de ellos, al que una abrumadora campaña de prensa insiste en presentar despedazado.
Hacer trizas a Farc, a plomo, difamando, especulando. De paso a Venezuela y Cuba. Histórica tarea la de Duque, que si no logra frenarse destrozará a Colombia.
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