Memoria
Tomado de Bloque Occidental Comandante Alfonso Cano BOCAC
Por Isabel Cepeda
MANUEL MARULANDA VELEZ
Pedro Antonio Marín, oriundo del Tolima, como cualquier joven campesino veía con preocupación las dificultades por las que atravesaba su familia y vecinos al no contar con un apoyo seguro y suficiente para la producción, la falta de infraestructura y servicios sociales en áreas rurales, como la educación, salud, recreación, alcantarillado y buenas vías, necesarios para sobrellevar una vida medianamente tranquila y salir adelante; en cambio, tuvo que experimentar la persecución estatal frente a señalamientos injustos, por pensar que él y sus coterráneos tenían derecho a vivir en mejores condiciones.

Después del 9 de abril de 1948, tras el asesinato (aún impune) del líder popular liberal: Jorge Eliecer Gaitán, él como muchos otros fueron señalados, estigmatizados y sufrieron el miedo de ser ajusticiados por mercenarios, delincuentes que, tras ser liberados de las cárceles por orden gubernamental, se pusieron a disposición del orden vigente para “exterminar todo lo que oliera a Rojo-liberal o comunista” y fueron llamados los “pájaros”.
¿Qué podría hacer un grupo de gente campesina que tenía sentenciada la muerte, solo por pensar que el gobierno debía brindarles mejores condiciones? Así se vieron muchos y muchas abocados a huir en defensa de su vida al cobijo de la montaña, huyendo del terror de los ajusticiamientos y la metralla, pero como dicen los mayores “¡no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista!” y en medio de la espesura de la selva, adaptándose a la humedad y a la convivencia grupal, se gestaron las ideas de lucha por los derechos no solo de cada campesino que se refugiaba en los brazos de esas montañas, sino de los derechos, oportunidades y garantías de cada uno y cada una de los colombianos y colombianas, que debieron soportar gobiernos implantados a sangre y fuego, que se enraizaron con el mantenimiento de la pobreza, la mentira y el temor.
Siempre su sueño fue vivir en paz, mientras los noticieros, curas y maestros lo pintaron de guerra, campesinos de muchas regiones alcanzaron a distinguir un Marulanda amable, bondadoso, solidario y siempre seguro que su causa era la causa de los muchos marginados, excluidos y estigmatizados. Por eso muchos fueron sus intentos de concretar con gobiernos de turno acuerdos que dejaran atrás la guerra y plantearan una verdadero Estado social de derecho, donde el gobierno a través de sus instituciones asumiera su papel de administrador fiel de los recursos públicos para la garantía de los derechos de todos y todas, con una real democracia revestida del derecho de la participación libre de los ciudadanos y ciudadanas que con carácter vigilante de las necesidades comunes estuvieran dispuestos a ser guías del trabajo del gobierno. Sin embargo, la deshonestidad y la traición a la patria pudo más y prefirió resguardar un Status Quo, quieto inmóvil, pútrido; en el que campea el autoritarismo, la corrupción y el servilismo a poderes económicos internos y extranjeros, antes que velar por el derecho de los propios.

Manuel murió el 26 de marzo de 2008, invicto, cerro sus ojos bajo el arrullo de los pájaros, escuchando el correr de las aguas y disfrutando de la brisa de aquel día; muchas veces lo mataron, en primera plana desearon mostrarle como trofeo y sin embargo, él en su insistencia se quedó plantado en su tierra, en medio de la espesura del monte, el mismo que lo cobijo una y otra vez para resguardarle de las balas asesinas, de las bombas y metralla que intentaron arrancarle la vida. Manuel sucumbió en la tierra, Manuel se volvió semilla, y germinó en cientos y miles de Manueles y Manuelas, cientos y miles de esperanzas por una Colombia en Paz.
Nosotros, hijos de Manuel insistimos, como se insiste cuando se quieren cosas mejores, en que es preciso apostarle a la paz y nuevamente, a pesar de las traiciones que llevaron a la muerte a muchos y muchas de nuestros combatientes; a pesar de los incumplimientos del gobierno revestidos de excusas pueriles, debemos seguir insistiendo en la implementación de los acuerdos logrados a partir del trabajo arduo, consciente y mancomunado de nuestros y nuestras camaradas, durante casi cinco años de gestación del proceso de paz. Porque al igual que un hijo del pueblo, de nada sirve parirlo, sino lo alimentamos, educamos y lo apoyamos para que se haga fuerte y se convierta en el mejor ejemplo a seguir ante los ojos de cualquiera.
El proceso de paz, fue el sueño de Manuel, el sueño de Pedro Antonio Marín un joven campesino que creyó que, a pesar de todo, otra Colombia es posible, una Colombia basada en valores humanos, soberana, democrática y justa. A los Manueles y Manuelas que ha forjado esta lucha, queda decirles Ni un Paso atrás, a los Manueles y Manuelas que están por sumarse bienvenidos y bienvenidas a una vida de lucha.
Montañas del Sur occidente de Colombia Marzo 26 de 2017
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