Análisis
Por María Méndez
Fundación Colombia Soberana
Casi el 70% de los alimentos que se consumen en Colombia son producidos por pequeños campesinos quienes poseen solamente al rededor del 23% de las tierras y viven en condiciones indignas. El otro 77% es poseída por latifundistas, multinacionales y gamonales políticos (si incluidos Uribe y sus criaturitas), quienes se han hecho a estas tierras a sangre y fuego con sus ejércitos militares y paramilitares.
Es por eso que uno de los puntos más importantes de los diálogos de La Habana es precisamente la tierra, en el cuál ha llegado a acuerdos, a pesar de muchas salvedades que quedan por resolver. Sin embargo, el establecimiento aprueba la ley de las ZIDRES. Tremendo golpe, no solo a los diálogos, sino para el campesinado que anhela trabajar en dignidad y paz su territorio, no sólo por la ganancia económica sino por el significado cultural, social e incluso sentimental.
La tierra se puede entender no solo como el bien y un medio de producción, sino también como ese ente vivo con el que se encuentra el campesino, convive, se retroalimenta, al cual ama, que representa sus ancestros, sus luchas comunitarias sociales y personales, sus recuerdos, sus sueños y aspiraciones, su vida, sus alegrías....
Para todos los colombianos la solución del uso y tenencia de la tierra debe ser prioridad, incluso para los que somos de la ciudad y ya no recordamos a nuestros ancestros campesinos (afortunadamente somos pocos los que tenemos esta característica) por que la guerra que por décadas hemos sufrido tiene sus más profundas raíces en esta problemática.
Con este punto parcialmente resuelto con la guerrilla de las FARC y con el inicio de la fase pública de los diálogos con el ELN podríamos decir que la paz está más cerca que nunca. Pero una mirada atenta a los acontecimientos actuales de nuestro país nos sumergen en una profunda preocupación.
Hace cuatro días fue la marcha uribista pro guerra. Si bien es verdad que habían muchos despistados en el lugar equivocado, pues exigían salud en una marcha convocada por el que fue ponente de la ley 100, entre muchos otros ejemplos, lo que resulta altamente preocupante fueron los mensajes de las personas que sí sabían a qué iban.
Foto de FIPU |
El día de ayer, 5 de abril, por un lado el Senado Alberto Castilla lanza su iniciativa en pro de la paz en la cual el campesino debe ser constitucionalmente reconocido como sujeto social en Colombia, con derechos sobre sus territorios ancestrales y resaltando la importancia de su cultura y sus aportes en la construcción de nuestro país.
Pero por otro lado los campesinos que se organizaron y por años llevaron a Bogotá sus productos frescos y de muy buena calidad a precios cómodos que beneficiaban, no solo su economía familiar, sino también la economía de centenas de capitalinos que podían acceder a precios más favorables, hoy se ven en la necesidad de protestar por la decisión de el Alcalde Enrique Peñalosa de acabar con el programa de Mercados Campesinos.
Ni que decir de los continuos incumplimientos y trabas a las propuestas de la Cumbre Agraria, Campesina Étnica y Popular y para qué nombrar el paro armado paramilitar en abierto apoyo a la marcha del dos de abril. La oligarquía y sus bufones de la ultraderecha se van lanza en ristre contra el campesinado, con la idea de generar terror y acabar con el sueño de la paz con justicia social imponiendo su paz, la paz de los sepulcros.
Se viene el 9 de abril, día de la dignidad de las víctimas, día de la dignidad del campesinosvulnerado, masacrado, violentado, desplazado de su tierra, día de marchar todos por la paz en el campo, por políticas que cierren efectivamente la brecha entre el campo y la ciudad, de marchar por la paz de Colombia. Todos y todas a movilizarnos el 9 de abril, y de ser necesario, de continuar con las protestas.
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