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"El conflicto armado exacerba el machismo": Donny Meertens

Entrevista
Tomado de  El Espectador
Por: Steven Navarrete Cardona

"El conflicto armado exacerba el machismo": Donny Meertens

La experta en temas de género, conflicto armado y desarrollo rural habla de los cambios que debe tener la política agraria para garantizar el acceso a la tierra por parte de las mujeres y del debate por una política pública para las excombatientes.

Donny Meertens llegó a Colombia hace más de tres décadas, procedente de Holanda, para investigar los cambios en la estructura agraria y temas del campesinado en el centro del país, específicamente en el departamento del Tolima. Era la época de La Violencia de los años 50, un fenómeno que marcaría la etapa inicial en su relación con el país.

Después de trabajar en varios proyectos sociales, y de escribir trabajos cruciales, como el de "Bandoleros, gamonales y campesinos. El caso de la Violencia en Colombia", junto a Gonzalo Sánchez, desarrolló una apuesta analítica que combina los estudios rurales, el estudio de la violencia y del conflicto armado, con una perspectiva de género. Meertens es además una de las fundadoras y mayores impulsoras de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia, que este año cumplió 20 años de su funcionamiento.

En entrevista con El Espectador, la profesora de ciencia política de la Universidad Javeriana habla del papel de las mujeres en el conflicto armado, la violencia de género y las negociaciones de paz entre el gobierno y las Farc en La Habana (Cuba).

La genealogía de un interés…

En los años ochenta creció el interés, primero en el tema de las mujeres y luego en el desarrollo de los estudios feministas, con múltiples posiciones teóricas, y el surgimiento de "género" como una categoría de análisis en las investigaciones sociales. En ese contexto me di cuenta de lo importante que era también incorporar este análisis en los estudios sobre la violencia, no sólo por –digamos – "conciencia de género" sino por haber encontrado, ya desde los años cincuenta y sesenta, formas de violencia específica sobre el cuerpo de las mujeres, además, con un alto grado de sevicia. Acordémonos de ese famoso lema de la época que había que 'erradicar al enemigo desde la semilla', eso era, por ejemplo, abrir el vientre de las mujeres para sacar el feto; entonces a las mujeres se las veía únicamente en su rol de progenitoras de enemigos. También había violaciones sexuales en esa época, muy poco conocidas, pero se pudo saber a través de algunas entrevistas. Esas violencias sobre el cuerpo se usaban para sacar información, por ejemplo sobre dónde estaba el marido, o para castigar y sembrar el terror en la población campesina. Lo que pasa hoy en día con las mujeres en el conflicto armado no es nuevo.

¿Por qué el cuerpo de las mujeres se convirtió en un 'botín de guerra'?

El cuerpo de las mujeres no sólo es un "botín de guerra". Esa expresión se refiere al cuerpo femenino como un premio de placer a los hombres vencedores de una batalla. Esa idea de la cosificación del cuerpo se relaciona con las prácticas de violencia contra las mujeres en la vida cotidiana. En los conflictos armados internos y de larga duración, como el colombiano, se conjugan esas violencias de género derivadas del conflicto armado con las, digamos, históricas. Y se exacerban en el conflicto los feminicidios y las diversas formas de violencias cotidianas contra las mujeres –aunque las violencias de género también se ejercen contra los hombres, pero está mucho más oculto-. En su conjunto, las violencias sobre el cuerpo de las mujeres se usan en el conflicto armado como un arma para conseguir la dominación de una población, para castigar a las mujeres que se consideran trasgresoras o que se sospecha están colaborando con los grupos alzados en armas. Es un arma de guerra muy eficaz contra la autonomía de las mujeres y contra el tejido social de las comunidades, pues es muy difícil volver a reconstruir relaciones sociales cercanas y sólidas cuando las mujeres han sido ultrajadas de esa forma en sus cuerpos.

¿El conflicto armado ha exacerbado el machismo?

Si, y se evidencia en lo que hablamos, la violencia contra el cuerpo de las mujeres, pero también en las formas de control social que se establecen en los pueblos y veredas dominados por actores armados, donde se imponía un régimen de control con rasgos fuertemente patriarcales. Donde se castigaba a las mujeres públicamente y se les exponía al escarnio porque no se vestían como debían o permanecían hasta altas horas de la noche en la calle, o cualquier cosa que contrariara el estereotipo de la mujer que se queda en casa sirviéndole la comida al marido. En ese sentido podemos ver como el conflicto exacerba los modelos patriarcales de la sociedad.

Sus últimas investigaciones se han centrado en el estudio de la cuestión agraria, el impacto del conflicto armado y el despojo de tierras sobre las condiciones de vida , además del papel de la mujer en la sociedad rural. ¿Cuáles serían sus recomendaciones para que las transformaciones agrarias que se pretenden realizar en la transición al posconflicto tengan una perspectiva de género?

Hay que pensar para el escenario del posconflicto el tema del derecho a la propiedad para las mujeres, en calidad de seres autónomas, de ciudadanas por derecho propio, no sólo como esposas o compañeras o parejas de un hombre. Incluso, la titulación conjunta de la tierra a la pareja de esposos no es suficiente, porque en la práctica siguen considerando al hombre como jefe de familia y amo y señor de la tierra y de su producción. Por otro lado no basta con que sean las mujeres demandantes del proceso de restitución de tierras las que obtengan el título de propiedad acceso a la tierra, sino que se debe generar una política pública más amplia que garantice el acceso formal a la propiedad de la tierra para todas las mujeres rurales.

Hablemos de las formas de violencia que han afectado a las mujeres durante estos cincuenta años de conflicto armado…

Es importante señalar que las formas específicas de violencia contra las mujeres fueron desconocidas durante mucho tiempo, y todavía son invisibilizadas, entonces ahora hay que pensar en medidas de protección específicas y participación de las mujeres. Además, las discriminaciones históricas continúan y después de los hechos en el marco del conflicto armado las mujeres son revictimizadas en la vida social, o cuando buscan justicia porque han sido víctimas de violencia sexual, entonces en muchos casos la sociedad las señala como las culpables o trata los casos como si no tuvieran importancia. Además, a falta de un sistema judicial efectivo, las mujeres deben repetir su testimonio doloroso una y otra vez, teniendo en cuenta también que algunas no cuentan con la asesoría jurídica necesaria. Todo esto hace que también por fuera del conflicto armado sean maltratadas y revictimizadas.

Me gustaría que caracterizara un poco el tema de las violencias de género, ¿a qué mecanismos se refiere?

A todas las afectaciones que tienen que ver con la condición de género, como hombres, mujeres e incluso los sectores de la diversidad sexual. Esas son muchas veces más fuertes en el caso de las mujeres, precisamente por su condición subordinada en la sociedad, -entre ellas producto del desarraigo-. Cuando se habla de violencia de género, se piensa en violencia sexual y ésta se asimila a la violación pero existen muchas otras formas como la esclavitud doméstica, la prostitución y el aborto forzado, además de las formas de control social que castigan a las mujeres que no se ciñen al modelo de mujer sumisa tradicional que se queda en la casa. Al mismo tiempo la visibilización de las violencias de género también han puesto en evidencia las resistencias de las mujeres que tradicionalmente han luchado por sostener las organizaciones sociales. Eso fue lo que encontramos en el trabajo de Memoria Histórica con las mujeres campesinas sobre su papel durante los años setenta y ochenta, ellas destacaron su rol heroico durante las tomas de tierras y su liderazgo en la continuidad del movimiento campesino a nivel local mientras la organización campesina nacional se fraccionó por la violencia. Esta historia de las mujeres campesinas explica también sus nuevos liderazgos en diversos ámbitos rurales, entre ellos la restitución de tierras. Liderazgo que muchas han pagado con sus vidas, como por ejemplo Yolanda Izquierdo.

¿Qué es importante para garantizar el éxito de la restitución de tierras?

Lo más importante es lo que pasa después del fallo del juez de restitución. Hay hombres y mujeres por primera vez titulares de tierras, mujeres propietarias, formalmente autónomas. Pero ¿es eso sostenible económica y socialmente? ¿Significa más democracia y equidad? Mucho depende del contexto territorial en que se desarrolla la restitución y los poderes e intereses que se mueven en ella. Es importante el acompañamiento técnico, los proyectos productivos, y las medidas como acceso al SENA para mayor capacitación y acceso a la seguridad social, todo con prioridad para las mujeres rurales, (que es algo muy importante lo que damos por lógico, cumplido en el ámbito urbano). Esas son medidas importantes para generar condiciones para reconstruir la comunidad campesina, pero el tema clave, en términos de equidad de género, pienso que es organización y participación de las mujeres, por un lado para afianzar su rol en la economía campesina y en la reconstrucción del tejido social y por el otro, para combatir las formas de violencia contra ellas. Digamos que en este momento se trabaja en el tema de protección de mujeres líderes en términos de un chaleco y un celular, pero creo que la mejor forma de luchar contra la violencia de género es el empoderamiento y la participación en redes de vigilancia entre mujeres.

Los economistas que tienen una ideología neoliberal ponen en cuestión la posibilidad de sostenibilidad de una economía campesina liderada por mujeres. ¿Usted qué piensa?

Los economistas neoliberales dudan de todo. Básicamente dudan de la viabilidad de la pequeña propiedad. Pero hay otros economistas que plantean que ésta puede ser eficiente y sostenible. Desde luego que las mujeres pueden y deben jugar un papel en ella, que puede llegar al liderazgo en muchas áreas. Por ejemplo, tradicionalmente la seguridad alimentaria ha estado en manos de mujeres, pero no se debe reducir el papel de las mujeres rurales al renglón de los alimentos, tan asociados al ámbito doméstico tradicional. Esa es una de sus capacidades que se puede desarrollar más, sumada a otras formas de producción y tecnologías para el desarrollo rural, en las cuales pueden incursionar las mujeres. Por supuesto que las mujeres pueden liderar sectores de la economía campesina, (pero no es lo único que pueden hacer), rompiendo los imaginarios tradicionales de que ellas no saben de la producción agropecuaria.

¿Qué opina de la subcomisión de género que se organizó en La Habana (Cuba)?

Inicialmente me pareció que llegó tarde. Consideré muy extraño que desde el comienzo de los diálogos no existiera una comisión donde el tema de género fuera transversal a lo que se negocia en la mesa. Ahora me alegro mucho que ha llegado una delegación de las organizaciones de mujeres, reunidas desde el año pasado en la Cumbre de Mujeres, para dialogar con la subcomisión de género en La Habana sobre las recomendaciones para incluir la perspectiva de género, no sólo en el punto actual de víctimas, sino en los tres primeros puntos cruciales alcanzados en la Habana, referentes al tema de la ‘cuestión agraria’, las drogas y cultivos ilícitos, y a la participación política, temas que son muy sensibles a la inclusión de los intereses de las mujeres.

En ese sentido. ¿Usted cree que debería existir una política diferenciada para las mujeres excombatientes que quieren reintegrarse a la vida civil y dejar su pasado de lucha en armas?

Frente a este punto tengo una crítica que quisiera desarrollar. Existe en teoría un enfoque diferencial en la política de reinserción y reintegración, pero en la práctica predomina una visión muy tradicional del lugar de las mujeres en la familia. La representación de la vida civil que se tiene de las excombatientes, se remite a formar un hogar y ser amas de casa - no tengo nada en contra de la vida familiar- pero la paz va a brindar una apertura a un universo mucho más amplio para la formación de las excombatientes, que es algo que continuamente ellas mismas se plantean, cómo formarse en el ámbito laboral y no únicamente en oficios designados socialmente para las mujeres y cómo tener un espacio propio de participación política. . Es por ello que se necesita una política pública que explícitamente fomente el desarrollo profesional y la participación política de las excombatientes. Como hemos visto en el pasado con otros grupos armados que se han desmovilizado, los hombres han entrado a la política y las mujeres no. Para el actual proceso eso debe cambiar.

Marina Gallego, coordinadora nacional de la organización Ruta Pacífica de las Mujeres, ganadora del Premio Nacional de Paz 2014, señaló cómo el conflicto armado exacerbaba el machismo y todas las formas de violencia contra la mujer. Usted como investigadora, ¿qué sugeriría para que en un eventual posconflicto, no se dispare la violencia contra la mujer como sucedió en Centroamérica?

Se requiere el reconocimiento de los derechos de las mujeres en todos los ámbitos y las violencias que las afectan especialmente en la cotidianidad. Desde luego se requiere justicia en el sentido del castigo de los perpetradores, pero también se debe fomentar el cambio en el imaginario social, y la mutua repercusión entre ésta y la normatividad. En ello es importante trabajar con los jóvenes, fortalecer sus nociones de justicia y de derechos como un proyecto para el futuro.

Y ¿cómo logramos dicho cambio en la mentalidad colectiva?

Las prácticas pedagógicas son importantes, así mismo el papel de las organizaciones sociales de mujeres que va a ser clave en la proyección del posconflicto. No por ser mujeres somos más pacíficas, ‘per se’, como algunos sugieren, sino porque las organizaciones lideradas por mujeres cuentan con una historia y un conocimiento arraigado en el haber sido víctimas en muchos contextos, incluso en la vida cotidiana, lo cual brinda también elementos de agencia, para tejer nuevas relaciones sociales, y examinar con mayor detenimiento las potencialidades de mayor equidad en el escenario de la paz.

¿Usted se considera feminista? 

Claro. Es importante reivindicar el feminismo en sus múltiples manifestaciones y muchas formas o ámbitos. Uno puede estar en las barricadas pero también realizar un trabajo académico que visibilice procesos históricos y reivindique derechos o haga reflexionar sobre las relaciones deseables, más democráticas, entre hombres y mujeres en el futuro.

¿Qué tienen las feministas para aportarle al posconflicto?

Han visibilizado las inequidades y discriminaciones históricas y las continúan visibilizando. Realidades que están en juego para ser transformadas en un proceso de paz. Mi lema es que todas las medidas de justicia transicional que es la palabra de moda, deben ser transformadoras, es la oportunidad de construir nuevas formas de relacionarnos, que se suman a las esperanzas para acabar con la violencia.

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