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Las siete grandes conclusiones de la victoria de Santos

Análisis
Por La Silla Vacía 


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Tras ganarle las elecciones por 900 mil votos a Óscar Iván Zuluaga, el Presidente-candidato llegará a su segundo cuatrienio con un panorama político muy distinto al que lo recibió en la Casa de Nariño en 2010. Estas son las seis grandes cosas que sucedieron en la segunda vuelta.

1.  Un espaldarazo al proceso de paz y una advertencia:


En retrospectiva, el que Juan Manuel Santos haya estado a punto de perder la elección fue lo mejor que le pudo pasar al proceso de paz.

Ante la inminencia del regreso del uribismo y la posibilidad de que Zuluaga acabara con lo logrado en La Habana, Juan Manuel Santos pudo crear alrededor de la paz una gran y variopinta coalición de centro izquierda que no solo lo mantuvo en la Casa de Nariño otros cuatro años sino que se convirtió en el primer referendo a favor del acuerdo en la Habana.

De los casi ocho millones de colombianos que eligieron a Juan Manuel Santos, solo 3,2 millones lo apoyaron en la primera vuelta. Es decir, que para los otros casi cinco millones de colombianos que lo respaldaron en la segunda vuelta, el tema de la paz y el antiuribismo –que en muchos casos van de la mano- fueron determinantes. En todos los demás, Zuluaga y Santos proponían rumbos bastante similares.

La posibilidad de su derrota también obligó al Presidente a jugársela a fondo por las conversaciones en la Habana, que hasta hace muy poco defendía de manera algo vergonzante.

Otro aspecto positivo fue que la urgencia de generar mayor confianza en la principal promesa de Santos le imprimió a la mesa de negociación un ritmo que no había tenido durante todo el año.

En unos pocos días, gobierno y Farc lograron sacar adelante un acuerdo sobre los principios rectores para la discusión del punto de víctimas que incluye el reconocimiento por parte de la guerrilla de que la negociación no será “un intercambio de impunidades” y que el derecho a la justicia de las víctimas será reconocida. Es un gran avance en un punto crucial.

Por otro lado, el voto de casi siete millones de colombianos en contra de Santos le baja las expectativas a la guerrilla sobre lo que pueden pedir en la mesa y de lo que los colombianos están dispuestos a ceder. Esto, quizás, ayude a focalizar la discusión en la mesa en lo posible, más que en lo deseable.

Por último, en la angustia de perder y reconociendo que lo único que podría aglutinar a la izquierda, a los movimientos sociales y a los indecisos alrededor suyo era la paz, Santos parece haber encontrado una voz propia y un hilo conductor para su segundo gobierno. También una nueva legitimidad para sacar adelante el proceso de paz pues ahora sí tiene un mandato ciudadano claro para hacerlo.

Los retos que plantea este triunfo por la paz son grandes.

Primero, porque el presidente-candidato prometió que para fines de año habría un acuerdo firmado y dado que los negociadores han dejado para el final los puntos más difíciles –como el de la justicia y la dejación de las armas- cumplir con esa expectativa no será fácil.

Segundo, por que Santos logró transmitir la importancia de lo que se estaba negociando pero perdió la oportunidad de hacer una pedagogía sobre lo que implicará la firma del Acuerdo y la justicia transicional que viene después.

Desde la iconografía cliché que utilizó (la consabida paloma blanca) hasta el principal argumento de que la paz liberaría recursos para invertir en educación y seguridad urbana (algo que es improbable si piensa cumplir con los acuerdos que ya ha logrado con las Farc) reforzaron la idea de que el fin del conflicto armado no solo está a la vuelta de la esquina sino que no exigirá de los colombianos grandes sacrificios.

Con lo cual, si es cierto que el Acuerdo Final estará firmado para diciembre, el gobierno necesitará hacer una gran y pronta inversión para preparar al país para lo que viene.

Pero más allá de lo que suceda con la paz en los próximos meses, y especialmente con la coalición política que la respalda y que será necesaria para Santos para sacar en el Congreso la reglamentación del Marco para la Paz, la votación de hoy representa un gran aplauso para Humberto de la Calle, para Sergio Jaramillo, para los demás negociadores y para el equipo principalmente conformado por mujeres que llevan trabajando durante estos cuatro años en la Oficina del Alto Comisionado en función de la negociación de paz.

2. Santos quedó en deuda con la maquinaria


Sin maquinaria, Santos no habría ganado. Aunque hay otros elementos que lo ayudaron como el apoyo al proceso de La Habana, el antiuribismo o el respaldo de la izquierda, la activación de las estructuras políticas fue fundamental.

El caso evidente es el de la costa Caribe. Allí las altísimas tasas de abstención que se vieron en primera vuelta se redujeron no por arte de magia sino de maquinaria: mientras en el país la votación total creció un 19 por ciento entre primera y segunda vuelta, en los siete departamentos de la Costa subió un tercio y en Atlántico, subió un increíble 70 por ciento. En total, la Costa puso casi un millón de votos más.

Todo eso se dio después de que, como contó La Silla Santos decidiera que los políticos tradicionales debían pasar de ser sus tinieblos a ser sus aliados visibles. Eso redundó en avances.

Por ejemplo en Sahagún, el municipio que es fortín de los famosos ‘Ñoño’ Elías y Musa Besaile, Santos pasó de 20 a 32 mil votos y salieron 11 mil personas más a votar.

En la Costa salieron a votar un millón de personas más, y Santos pasó de recoger 1 millón a 2 millones de votos. Con eso superó la votación de los tres partidos que están hoy oficialmente en la Unidad Nacional en esa misma región.

Y aunque parte de esa votación se puede deber al apoyo de grupos de izquierda e indecisos, ese peso no es muy alto (el Polo y la Alianza Verde solo sumaron 154 mil votos al Senado). Por eso, todo indica que el grueso de ese incremento llegó de que la maquinaria ahora sí se movió, como contamos en nuestro cubrimiento en vivo de las elecciones.

La maquinaria no solo se movió en la Costa. En Barrancabermeja, por ejemplo, Santos se disparó: pasó de 20 a 62 mil votos. Aunque parte del crecimiento se debe al apoyo de la izquierda (Clara López ganó allí en primera vuelta con 22 mil votos), el puerto petrolero es fortín de Cambio Radical y después de la primera vuelta Santos hizo una visita en compañía del representante electo Ciro Fernández, barrameño y ahijado del alcalde Elkin Bueno. La visita se pagó.

En Antioquia, a Santos le fue bien dadas las circunstancias de estar en una pelea perdida: pasó de menos de 290 mil a más de 700 mil votos y creció proporcionalmente más que Zuluaga (ganó 417 mil votos, con lo que logró más del doble de su caudal de primera vuelta, mientras que Zuluaga cosechó 474 mil votos nuevos y no se alcanzó a doblar).

Los santistas lograron que la brecha no fuera tan grande y lo hicieron a punta de la maquinaria que se puso a mover César Gaviria: mientras en marzo Santos había sacado 100 mil votos menos que los partidos de la Unidad Nacional, ahora sacó la misma cantidad de votos de esos tres partidos, más los de la Alianza Verde, el Polo y dos de cada tres votos conservadores.

Algo similar pasó en el Valle. En primera vuelta, Santos solo sacó 313 mil votos (100 mil menos que los tres partidos de la Unidad Nacional al Senado) y perdió en tres de los fortines de su aliada Dilian Francisca Toro (Sevilla, Cartago y Tuluá).

En segunda vuelta, en cambio, se disparó: llegó a 827 mil votos.  En Sevilla, pasó de 3.175 votos a casi empatar con 7 mil; en Cartago de ser tercero con 6.500 a sacar casi 19 mil; y en Tuluá, pasó del tercer puesto con menos de 13 mil votos a ganar con más de 26 mil votos.

Aunque no es fácil calcular al final cuántos votos le puso la maquinaria a Santos, sí son una buena parte de los casi 8 millones de votos que sacó y de los 4,7 millones que creció entre las dos vueltas. Y con una diferencia de menos de un millón de votos frente a Zuluaga, si la maquinaria le puso dos millones de votos, ya es suficiente para que los caciques que la manejan le pasen la cuenta de cobro.

En los próximos meses, cuando se comiencen a dar los cambios burocráticos y a reemplazar técnicos por políticos, sabremos hasta donde llegó la deuda y si efectivamente la está pagando.

3.  La Costa Caribe le cumplió a Santos


Mientras en primera vuelta el presidente Santos sacó menos votos que los senadores de los tres partidos de su Unidad Nacional en los siete departamentos de la Costa, en segunda vuelta superó esa misma votación en todos, excepto Sucre y La Guajira.  

Como lo contó La Silla, el grito de campaña santista fue mover la maquinaria como si fueran las legislativas y el resultado evidencia que los políticos lo lograron con creces.

El triunfo más arrollador y atípico de Santos es el registrado en el Atlántico, en donde la campaña reeleccionista superó en 346.674 los votos de la primera vuelta y en 158.310 los votos de los todos los senadores de la Unidad Nacional en ese departamento. La abstención ahí se redujo entre primera y segunda vuelta del 76 al 69 por ciento y la cantidad de votos creció en 70 por ciento, frente a un 19 por ciento en el promedio nacional.

Es evidente que en el Atlántico fueron determinantes para Santos los votos de los tres senadores atlanticenses más votados del Partido Conservador, que no hace parte oficial de la Unidad Nacional pero que tiene su cuota en el triunfo del Presidente con varios congresistas.

Roberto Gerlein, Laureano Acuña y Efraín Cepeda activaron sus respectivas maquinarias por el santismo y el resultado fueron las largas colas y la afluencia de votantes que vio todo el día ese departamento.

A los congresistas del Atlántico, como a los de toda la Costa, les llegaron recursos millonarios desde la campaña santista que administraron individualmente para aceitar sus respectivas maquinarias.  

Es similar al caso de Sucre, en donde el congresista que más se movió por Santos no es, oficialmente al menos, de la Unidad Nacional. Se trata del cuestionado Yahir Acuña, quien como lo contó La Silla se movió incluso desde la primera vuelta, cuando ningún político santista movió su maquinaria por el Presidente.

La Silla supo que Acuña se comprometió son Santos a ponerle 200 mil votos en Sucre, y todo el tiempo de campaña para la segunda vuelta lo pasó de correrías por los municipios aceitando su máquina de apoyos.

Ahí en Sucre, Santos pasó entre primera y segunda vuelta de 112.398 votos a 199.249, algo menos de los 160.638 que sacaron en ese departamento sus congresistas de la coalición de Gobierno.

En La Guajira, la abstención se redujo 10 puntos porcentuales entre primera y segunda vuelta, además Santos dobló su número de apoyos entre una y otra jornada de elección. Sin embargo, como pasó en Sucre, no logró superar la votación de la Unidad Nacional en las legislativas.

Municipios de la Alta Guajira como Maicao, Uribia y Manaure fueron los que le aportaron más al triunfo de Santos doblando su votación con respecto a la primera vuelta.  Esto guarda lógica porque se trata de los fortines guajiros del senador cordobés Ñoño Elías.

En el Magdalena, Santos dobló a Zuluaga, dobló su propia votación en primera vuelta y superó bien (por 40 mil votos) los apoyos que obtuvo la Unidad Nacional ahí en las legislativas.

La explicación es que 28 de los 30 alcaldes del departamentos simpatizaban con su campaña. Incluyendo al alcalde de Santa Marta, Carlos Caicedo, a quien le renunciaron varios secretarios para sumarse al proyecto reeleccionista y en contra del expresidente Álvaro Uribe.

Además, la maquinaria se movió ahí a todo vapor, como lo contó La Silla, con refrigerios y transporte para los votantes.

Córdoba es acaso el departamento sobre el que más había expectativa, pues de ahí son los dos senadores más votados de la Unidad Nacional: Ñoño Elías y Musa Besaile. Ninguno de los dos se movió en la primera vuelta, como es sabido.

Ayer las largas colas, los buses llevando y trayendo gente y los refrigerios que no faltaron a nadie, evidenciaron que le cumplieron a Santos. Ahí el Presidente sacó 169.863 apoyos más que en primera vuelta y 16.872 más que sus senadores.

En donde sí no pudo de nuevo Santos fue en Montería, ciudad en la que volvió a perder frente a Zuluaga que pasó de 39.472 votos ahí a 71.881. Parte de la explicación es que en Montería tienen burocracia y votos los congresistas conservadores que estuvieron con Zuluaga, Nora García Burgos y David Barguil.

En cambio sí cedió al santismo Cartagena, la capital más grande de las tres de la Costa en las que perdió Santos en primera vuelta. Santos pasó de perder con Zuluaga 45.581 votos frente a 37.776, a barrer 119.841 contra 89.878 de Zuluaga.

En Bolívar Santos dobló su votación entre primera y segunda 143.926 frente a 309.534.

Mientras, en el Cesar (y gracias a la máquina que movió la familia Gnecco, dueña de la Gobernación, de un senador y con alianzas con las cuatro cámaras de departamento), el Presidente aumentó en 100 mil sus votos frente a la primera vuelta y sacó 50 mil apoyos más que la Unidad Nacional.

Ahí la abstención bajó entre primera y segunda del 65 al 52 por ciento y Zuluaga pasó de ganar en cuatro municipios (Aguachica, Río de Oro, Bosconia y Chiriguaná) a vencer a Santos en apenas uno: Aguachica.

Aunque antes y durante la jornada de elecciones corrieron rumores sobre compra de votos por parte de los santistas, al parecer fue más lo que sonó que lo que realmente sucedió en términos de repartir billete.

La Silla confirmó con habitantes que en dos pueblos de Sucre se compraron votos para la campaña reeleccionista por 20 mil pesos. Un líder de Yahir Acuña los pagó. Sin embargo, no pudo confirmar que esto haya sucedido en más lugares.

En la Costa Caribe, sobre todo en las capitales, también se movieron por Santos la izquierda y los sectores alternativos que adhirieron a la campaña reeleccionista. En algunos casos terminaron apoyándose incluso en la maquinaria santista, como pasó con miembros de la comunidad LGBTI de Cartagena que usaron el transporte que puso el santismo en esa ciudad para movilizar a sus votantes todo el día.

La pregunta que queda ahora es si Santos se comprometió con más burocracia para estos políticos costeños que le salvaron su reelección y si podrá cumplirles a todos.

4. El uribismo ganó incluso perdiendo


Óscar Iván Zuluaga perdió pero el uribismo se consolidó como la fuerza política más grande del país.

Una buena parte de los casi 7 millones de votos que sacó el candidato uribista tienen una identidad ideológica y por lo menos 3,6 millones son puros uribistas, mientras que los 7,8 millones que le dieron el triunfo a Santos son en gran parte el resultado de una coalición de fuerzas, que según lo anunciaron al apoyarlo, mañana volverán a la oposición.

Esta votación deja al Centro Democrático en una posición muy privilegiada para pelear las elecciones regionales y municipales del próximo año.

Zuluaga ganó en 612 de los 1100 municipios del país y en la mitad de los municipios, tuvo la mitad más uno de los votos.

Esto significa que si la correlación de fuerzas se mantiene como está hoy, el Centro Democrático tendrá la capacidad de disputar las alcaldías en la mitad del país en el 2015 (no necesariamente de ganarlas porque las lógicas políticas en las elecciones regionales son diferentes).

El uribismo triunfó en 14 ciudades con más de 100 mil votos potenciales. De estas ciudades grandes, cuatro son en Antioquia (Medellín, Itagüí, Envigado y Bello), dos en Risaralda (Pereira y Dosquebradas), otras tres son de raigambre paisa (Manizales, Armenia y Cartago) y las otras son Florencia, Villavicencio, Ibagué, Montería y Neiva.

Zuluaga también ganó en 14 de los 32 departamentos del país, en algunos de ellos por una holgada votación. Por ejemplo, en Tolima, Caquetá, Huila, Meta, Casanare y Caldas consiguió más del 60 por ciento de la votación y prácticamente dobló a Santos.

En Boyacá y Antioquia también le fue muy bien con más del 55 por ciento de la votación aunque la ventaja frente a su contendor fue inferior al 20 por ciento.

Esta votación departamental significa que el uribismo también está bien posicionado para dar una buena pelea por lo menos en la mitad de las gobernaciones del país. Además, ya tiene algunos precandidatos fuertes haciendo fila, como la ex senadora conservadora Liliana Rendón en Antioquia.

En Bogotá, el uribismo sacó un millón cien mil votos, lo que le da de entrada a Pacho Santos, el futuro candidato uribista por Bogotá, un buen cace para arrancar su campaña. Y que seguramente obligará a todos los santistas que están haciendo fila para el cargo (Gina Parody, Carlos Fernando Galán, Rafael Pardo y ahora también Clara López) a apostarle a solo uno de ellos si quieren tener alguna posibilidad de triunfo en la capital - a menos de que la idea de crear una segunda vuelta para las elecciones en las ciudades grandes, que se discutió luego del triunfo de Gustavo Petro, vuelva a coger fuerza ahora que le conviene al santismo.

Todo esto para un partido que tiene menos de un año de existencia y cuya fuerza reside casi que exclusivamente en el liderazgo de Álvaro Uribe es un triunfo sin precedentes.

Sobre todo, teniendo en cuenta que se enfrentó a un presidente-candidato que movilizó a fondo la estructura política de todos los partidos de la Unidad Nacional, una buena parte de la maquinaria de izquierda y que contó con todos los recursos del Estado, el apoyo de los grandes medios y de una parte importante del empresariado.

Más allá de lo electoral, el mensaje de sus siete millones de votos en contra del proceso de paz se sentirán en la Mesa de Negociación de La Habana, pues indican el techo de lo que podría ser negociable si Santos pretende que el Acuerdo de Paz sea refrendado por el pueblo colombiano.

Queda el interrogante sobre el futuro de Marta Lucía Ramírez. Ante el triunfo de Santos, lo más probable es que más temprano que tarde el Partido Conservador regrese a la Unidad Nacional. Con lo cual, Ramírez seguramente quedará inscrita en las huestes del Centro Democrático si aspira –como de hecho lo hace- a tener un protagonismo importante en la política en los próximos años.

Tampoco es claro en qué quedará el liderazgo de Zuluaga, sobre todo teniendo en cuenta la diferencia en el tono de su discurso reconociendo su derrota versus el que utilizó el ex presidente Uribe. Después de sacar 7 millones de votos, lo más seguro es que no vaya a aspirar solo a ser gobernador de Caldas pero tampoco es claro que vaya a seguirle el juego a Uribe de deslegitimar el gobierno de Santos.

Las denuncias que hizo el ex presidente Uribe sobre los supuestos abusos cometidos por Santos para hacerse a la Presidencia indican que su oposición, lejos de atenuarse mantendrá, el volúmen de la campaña. Podría incluso crecer si en efecto la Corte Suprema condena esta semana a Andrés Felipe Arias, su ex ministro preferido, y la Fiscalia ordena la captura de su hermano Santiago Uribe como se rumoró en campaña.

Con la diferencia, de que a partir de julio Uribe no solo tendrá como escenario para su oposición a Twitter sino al Capitolio, donde liderará una bancada de 21 senadores, suponiendo que no logre poner de su lado a los conservadores y los de Opción Ciudadana.  Por todo esto, Uribe ganó incluso perdiendo.

5. Las encuestadoras: ganan dos, pierden dos


Una semana antes de las elecciones salieron cuatro encuestas que, pese a ser hechas casi en los mismos días, arrojaron resultados completamente distintos.

Ipsos-Napoleón Franco se pifió, dándole una victoria a Zuluaga de ocho puntos porcentuales. Invamer Gallup pronosticaba un cerrado 'voto finish' entre los dos candidatos, con menos de un punto separándolos. Y tanto Cifras y Conceptos como Datexco le pegaron a una victoria de Santos por cinco puntos -es decir, prácticamente la que arrojaron las urnas ayer- aunque en ambos casos con menos votos de los que terminaron sacando.

Cifras y Conceptos, que fue una de las que más se pifió en primera vuelta y que trabaja con Caracol Radio y Red + Noticias, esta vez fue la que más acertó: al ponerle 43 por ciento a Santos y 38 a Zuluaga, le atinó al margen entre los dos candidatos. Y aunque fueron cifras más bajas que el total -gracias a que situaba al blanco del 11,7 por ciento y unos indecisos del 5 por ciento- si hubiera repartido proporcionalmente esos votos, como se puede estadísticamente, hubiera terminado muy cerca del resultado final.

Además, le pegó a muchas de las diferencias regionales: acertó, dentro del margen de error, a la diferencia en Bogotá, el Sur, la zona cafetera y se acercó a la de la Costa.

Datexco -que trabaja con La W y El Tiempo- también le atinó, con números muy similares. Le ponía 42 por ciento a Santos y 37 a Zuluaga -con lo que el margen entre ambos fue acertado- y midió un número de blancos e indecisos similar a la encuestadora de César Caballero. Como dice su gerente César Valderrama, “es diferente quejarse en la casa cuando lo encuestan a cuando hay que bañarse, vestirse, salir de la casa, hacer fila y quejarse”.

Gallup, que le había pegado a todos los resultados en primera vuelta dentro del margen de error, era la que había previsto un voto-finish que seguramente habría impedido que se pudiera pronosticar la victoria de Santos cuando apenas iban en la mitad de los escrutinios.

Aunque los dos candidatos obtuvieron puntajes dentro del margen de error de la encuesta, lo hicieron en un máximo alto para Santos y un máximo bajo para Zuluaga. Es decir, muy lejos del empate cerrado que pronosticaban. Eso sí, la encuesta de Caracol TV, Blu Radio, El Espectador y los grandes diarios regionales fue la única en predecir el blanco con 3,7 por ciento (0,3 menos del final).

Y, finalmente, Ipsos – Napoleón Franco, la encuesta publicada por Semana y RCN, se descachó en todo. Era la única que le daba una amplísima ventaja a Zuluaga, de 49 puntos contra 41 de Santos.

Eso puede haber sucedido en parte a que, si bien partían de una base de 1784 encuestas, al final se quedaban con una muestra de sólo 800 dado que usó el "modelo de votantes probables" -que desarrolló en otros países- para estimar quiénes realmente votarían.

Este filtro funciona con tres preguntas (si el encuestado va a votar, si ha votado en el pasado y si las elecciones lo emocionan) y luego hace un cálculo para seleccionar a los "votantes probables", que terminan siendo los que quedan en la muestra. Eso significa que Ipsos tenía una muestra mucho más pequeña que las otras encuestas (al tener 3.215 Cifras y 1.200 tanto Gallup como Datexco).

No solo ese descache los deja mal parados sino que, según confirmó La Silla, paralelamente a la encuesta que hicieron para los medios en la que les daba 8 puntos a favor de Zuluaga hicieron una interna para la campaña de Santos en la que aparecían empatados. La explicación de la encuestadora es que una de ellas incluía municipios pequeños y la otra no.

Al final, salvo a Ipsos, a las principales encuestadoras les fue mejor en la segunda vuelta, ya que en la primera casi todos se habían descachado.

6. La nueva coalición de Santos


Como pasó hace cuatro años, el resultado de esta elección es el surgimiento de una nueva coalición política de centro izquierda, que aunque nació exclusivamente para salvar el proceso de paz posiblemente terminará cambiando la cara del nuevo gobierno.

Ante la disparada de Zuluaga en las encuestas, Santos se vio obligado a buscar el apoyo de la izquierda. Para ello fueron claves el ex ministro Rafael Pardo y el senador Juan Fernando Cristo, ambos liberales.

Pardo consiguió el apoyo de los sindicatos y empezó el acercamiento con Petro, que luego fue retomado por Cristo y por César Gaviria. Cristo convenció a Clara y entre ambos, consiguieron la adhesión de los líderes del Partido Verde.

El resultado fue una coalición muy diversa que movió a Santos a la centro-izquierda del espectro político.

De hecho, la audiencia que tuvo Santos durante su discurso de victoria en el Claustro de la Enseñanza ya era radicalmente diferente al que lo aupó al poder hace cuatro años.

En un patio abierto donde había unas 2 mil personas, al menos una tercera parte pertenecía a movimientos sociales como el de las víctimas, los afro, los Lgbti, los indígenas, los sindicatos y el de personas en situación de discapacidad.

El apoyo del voto de izquierda se notó en municipios donde el Polo ha tenido buenas votaciones y que se fueron con Santos. Por ejemplo, en Barrancabermeja Clara había ganado con 22 mil votos y Santos había sacado 20 mil, pero ahora el presidente se reeligió con el triple.

En Neiva, Santos se triplicó de 15 a más de 44 mil votos, cuando López había sacado 23 mil, en un segundo lugar lejos de Santos y Ramírez y cerca del vencedor, Zuluaga.

Pero se nota incluso más en municipios más pequeños: López sacó el 61 por ciento de los votos en San Calixto, 49 en Teorama y 42 en Hacarí, en el Catatumbo. En ellos, Santos se disparó al 93, 86 y 90 por ciento en segunda vuelta, respectivamente, cuando antes había tenido el 26, 27 y 31 por ciento allí. Los votos de Santos y los de López son una suma casi perfecta en esos lugares.

En Bogotá, el trabajo de los progresistas y de Clara fue muy importante.

Ayer, durante la jornada electoral, los progresistas se encargaron en localidades como Puente Aranda o Los Mártires de acompañar a muchos votantes -a pie- desde sus casas hasta los puestos de votación y de ‘asegurar’ otros más, identificando quiénes no lo habían hecho aún y luego haciéndoles el ‘recorderis’.  En otros barrios, concentraron sus esfuerzos en zonas donde ya habían detectado muchos indecisos y repartieron 2,5 millones del periódico con que el movimiento de Petro respaldaba a Santos.

Los líderes de izquierda y de la Alianza Verde dijeron que apoyarían a Santos para salvar el proceso de paz y que luego volverían a la oposición.

Sin embargo, como lo explicó Héctor Riveros en su reciente columna, es posible que esta alianza tipo la Concertación chilena o el Frente Amplio uruguayo tenga que consolidarse y mantenerse para enfrentar en adelante al Centro Democrático.

En el Congreso, para sacar adelante las reformas necesarias que necesita el proceso de paz. Y para no ser apabullados por el uribismo en las próximas elecciones de 2015.

El interrogante es qué pasará con el Polo Democrático, que hoy está dividido por el rol activo que jugó Clara López en la campaña santista.

Varios santistas activos en la campaña dijeron a La Silla que creían que Clara seguramente entraría al gabinete. Tocará ver si eso es lo que ella quiere, cuando sus posibilidades para llegar a la Alcaldía de Bogotá son grandes y si lo hiciera por el Polo no tendría que abrirse espacio con nadie más.

En su discurso de victoria, Santos no solo reconoció el aporte de la izquierda sino que se comprometió a profundizar el compromiso social de su gobierno. Un acento que seguramente conservará. La pregunta es si esto también se traducirá en una baraja burocrática y si llegarán nuevas caras ligadas a la izquierda y a los movimientos sociales al gabinete como esperan algunos de los que lo apoyaron.

Tendrá como incentivo para hacerlo, la capacidad de movilización social que tienen los líderes que lo apoyaron y que necesita tener de su lado.

Pero como la maquinaria que también fue definitiva para su triunfo no tardará en pasarle su factura de cobro y por el otro, necesitará tender puentes hacia la derecha para tener cierta gobernabilidad, su margen de maniobra para repartir burocracia seguramente será limitada.

En cualquier caso, su nuevo gobierno no podrá ser igual al primero.

7.  El giro a la izquierda le sirvió a Santos en Bogotá


El giro de Bogotá hacia Santos después de haberle dado la victoria dos veces consecutivas al uribismo se logró gracias al apoyo de la izquierda. En segunda vuelta Clara López, los petristas, la UP y Marcha Patriótica movieron sus bases puerta a puerta para apoyar la paz.

Como lo contó La Silla ayer, en Bogotá, donde en primera vuelta Santos quedó de tercero con 444 mil votos, la activa participación en la campaña de la ex candidata presidencial del Polo Clara López (que sacó en primera vuelta 501 mil votos) y de los Progresistas de Petro, que repartieron puerta a puerta 2’5 millones de periódicos invitando a votar sin duda ayudó a definir el triunfo de Santos en la capital.

También haber metido de lleno a la campaña a figuras como el exministro Rafael Pardo, que consiguió la adhesión de varios sectores sociales, desde los taxistas hasta los sindicatos.

En total, Santos ganó 900 mil votos más en Bogotá, donde había 1,2 millones de votos huérfanos de los candidatos perdedores en la primera vuelta.

Óscar Iván, en cambio creció en 450 mil votos, que son los de Marta Lucía y uno de cada cuatro de Peñalosa. Mientras que todos los de Clara, tres de cada cuatro de Enrique Peñalosa y 100 mil de gente que se había abstenido en primera vuelta fueron al candidato-presidente.

Como Bogotá pone uno de cada cinco votos, conquistar el voto que quedó huérfano después de la primera vuelta era fundamental para asegurar el triunfo del candidato-presidente y ese esfuerzo de los santistas al final fue decisivo para permanecer en la Casa de Nariño.





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