Análisis
Tomad de Cambio Total
Por Lisandro Duque Naranjo

NO CAUSA NINGUNA SORPRESA EL hecho de que la esposa de Róbinson González Del Río —un coronel preso hace dos años por falsos positivos—, le diga a su marido que tiene que ponerse las pilas para no perder un contrato de morrales para el ejército, y le cuente que un oficial amigo, a quien parece irle muy bien con las palancas, ya tiene varios carros de lujo.

Esas son apenas evidencias parciales de cómo se heredan e irrigan entre familiares algunos de los privilegios del presupuesto insaciable de 27 billones de pesos con que cuenta el ministerio de Defensa, muchos de cuyos rubros se ejecutan sin auditoría bajo la figura de “fondos reservados”.
Por supuesto esa endogamia no es el peor problema de nuestras fuerzas armadas, pues ni siquiera es representativa en una institución en la que la parentela no es la única que se disputa favores: un exdirector americano de la DEA en Colombia, el señor Leo Arreguin, hace también transacciones muy jugosas con el ejército para proveerlo de equipos. Ahí quedó en su plata ese americano bueno combatiente contra el vicio. Hay que sospechar de gente tan virtuosa. Arreguin, obviamente, debe ser apenas la cabeza de turco de una mano de contratistas rapaces, de aquí y de afuera, que engordan su caudal con las utilidades de la guerra y les pasan su tajada a socios en los batallones.
Nuestras fuerzas armadas se crecieron numéricamente —tiene los mismos efectivos que el Brasil, un país cinco veces mayor en población y seis en territorio—, mientras que el modelo de conducta que imparte a sus hombres —oficiales, suboficiales y soldados—, sigue siendo el mismo de cuando la guerra fría, idéntico al de la escuela de Las Américas, y por supuesto fiel a la doctrina sucia del Bush de las torres gemelas.
“Heroísmo” y “Patria”, así, con mayúsculas, constituyen la retórica de nuestros oficiales para los actos públicos y los micrófonos, pero fue importante haber escuchado esas grabaciones que divulgó Semana para no olvidarse de lo mal hablados y déspotas que son muchos de ellos en los cuarteles o en privado.
Ojalá el escándalo de esta semana le haya servido al presidente para convencerse, por fin, de la existencia de las tales fuerzas oscuras sobre las que lo hicieron rectificar en la encerrona de hace ocho días.
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