Análisis
Por Luz Marina López Esponosa
Para la Alianza de Medios y Periodistas por la Paz

"La crueldad es uno de los placeres más antiguos de la humanidad" Nietzsche
El torturado contempló su situación con una tristeza infinita. Con los brazos atados atrás y una venda negra cubriéndole el rostro, oía lo único que le había sido dado oír fuera de la eterna admonición “hable o le arranco la otra uña”. Escuchaba lo que la radio decía, o sea que el señor Procurador había dicho que eran mentiras, que no se había torturado a nadie, habiéndose obtenido inclusive la certeza de no haberse cometido tan horrendo crimen de lesa humanidad en lo ocurrido del milenio.
“Ay señor Procurador cómo va usted a decir eso ?“ fue lo único que atinó a decir el pobre torturado. Cómo dice semejante barbaridad? Si hasta me ha quitado la esperanza de salvar la última uña que me queda”.
El torturado quedó sumido en un profundo desengaño. Con gran melancolía cavilaba acerca del mal hado que puedo ensombrecer el alma del señor Procurador. “ Sería que se enlocó el doctor? “ pensaba tratando de ser indulgente con él. ” Puss Dios quiera que haya sido así, porque apenas se den cuenta de la loquina, lo quitan y ponen a otro que está bien del juicio”.
El Procurador no sólo no se había vuelto loco, sino que por alguna mágica razón su cordura crecía a medida que algo en él moría. Llegó aquella a ser tan sobresaliente, que fue declarado el hombre más cuerdo del mundo y ello le valió que partir de ese momento viviera de homenaje en homenaje. Muchas eran las muestras de alborozo colectivo.
El pobre torturado padecía la ansiedad de la espera. Con una oreja siempre salida por entre los barrotes de su calabozo, se esforzaba en oír en el radio del carcelero la oficial noticia de la declaratoria de orate del señor Procurador y su consiguiente remoción. Cuando en vez de ello escuchó la nueva del homenaje nacional que festejaba la cordura mundialista del Procurador, el pobre sintió que había quedado sin esperanza su esperanza. Y por primera vez vio el rostro terrible de la soledad mirándole fijamente con su diabólica sonrisa de satán complacido y un rictus imborrable de crueldad, sonrisa nunca por nadie imaginada.
Medicina legal dictaminó infarto del miocardio y dijo que lo otro eran detalles sin importancia.
Habiendo crecido en forma preocupante los rumores sobre el martirio padecido por el torturado, el señor Procurador no tuvo alternativa distinta a referirse a ellos y los hizo en el intermedio de un homenaje de los muchos que se le brindaban. “No sean tan zoquetes, señores periodistas –dijo- si murió fue de cuidados. Acaso no mueren de infarto los papas, los reyes y los ricos? ”.
Pintura de Fernando Botero.
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