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Campesinos de Roche resisten ante el avance del Cerrejón

Análisis
Tomado de La Silla Vacía
Por Gloria Inés Escobar Toro



"Roche", "Patilla" y "Chancleta" son nombres pintorescos de caseríos en la jurisdicción del municipio de Barrancas, en La Guajira. Estos caseríos parecen haber sido condenados a morir por obra y gracia del carbón que yace en su subsuelo. Los campesinos afro e indígenas wayúu, alguna vez dueños de estos territorios y de los cuales vienen siendo desplazados desde hace 20 años por el avance del Cerrejón, luchan para que su territorio no se convierta en un recuerdo.


La instalación del Cerrejón en la Guajira, hace ya más de 30 años, ha significado un proceso de reasentamiento involuntario de las comunidades que habitaban vastos sectores desde la zona alta hasta la zona media del departamento. Este proceso no ha sido para para muchos pobladores “una oportunidad de diálogo [de la empresa] con las comunidades, de mejoramiento de su calidad de vida y de construcción de capital social” como dice la publicidad del Cerrejón, sino más bien sinónimo de lo contrario: pobreza, tristeza, y desintegración de familias y comunidades. Este es el caso de muchas familias de los caseríos arriba mencionados.

Hablar con la gente que todavía permanece en su territorio a pesar de la presión constante de la empresa y con la que ya fue reasentada en Barrancas, visitar hoy lo que queda de estos pequeños caseríos, transitar por sus caminos solitarios, recorrer las ruinas de lo que fueron poblados llenos de las risas de sus niños, del ir y venir de los campesinos, del diario pastorear de los pequeños ganaderos, del trabajo cotidiano de las mujeres, del bullir de una vida con dificultades pero con solidaridad y tranquilidad, es una experiencia desoladora y triste; una manera de descubrir las múltiples maneras que ha utilizado la gran empresa extractora de carbón para hacerse a las tierras necesarias para su proyecto.

En Roche, 8 de 300 familias, en Patilla 13 de 60, y en Chancleta 30 de 72 siguen resistiendo en medio de la soledad más absoluta, de la indiferencia cómplice de las autoridades locales, regionales y nacionales, y del desconocimiento de la mayoría de colombianos, las embestidas del Cerrejón. Lo que pasa en estas tierras lejanas y áridas queda escondido y apagado por el brillo deslumbrante del poder emanado de la poderosa multinacional que se presenta como modelo a nivel nacional de responsabilidad social y sostenibilidad ambiental.

Tomás Ustate, poblador de Roche, cuenta que a él y a sus familiares el Cerrejón les ha desaparecido desde 2000 88 reses entre cabras y ganado como una manera de presionarlos para sacarlos de allí, después de haber intentado otros medios, desde la negociación de sus predios a un precio fijado verticalmente por la empresa hasta la amenaza velada y la agresión encubierta. A otro poblador, Diomedes Cardona Solano, años atrás a él también “se le desaparecieron” vacas de su propiedad y fue encarcelado por promover un reclamo contra la empresa.

Con tristeza don Tomás enseña unas fotos ajadas y dañadas por el tiempo que le quedaron como prueba de una de las “desapariciones”. “Yo andaba buscando los animales y vi el poco de gallinazos volando y los perros en el camellón que hicieron [la gente del Cerrejón]. A mí me causó curiosidad y fui a darme cuenta, entonces yo les veía las patas, las cabezas y bueno, ya le vi el hierro y dije estos son los animales míos. Me llevé un muchacho para que les tomara las fotos, después llamé al señor que estaba del cerrejón representando aquí y llamé al personero de Barrancas también y fuimos allá, entonces yo les mostré los animales y el funcionario del Cerrejón llevó una cámara y les tomó la foto”, cuenta Tomás. 

Recuerda don Tomás que esa no fue la única vez que pudo comprobar que los animales que desaparecían terminaban en tierras del Cerrejón. Los terrenos de la mina tenían vigilancia y lonas a modo de vallas que habían puesto por acuerdo entre ambas partes, para que el ganado no se pudiera pasar de un lado a otro. Segun don Tomás las desapariciones de los animales quedaron al descubierto cuando le dijeron: “sin no nos firma lo del traslado nosotros no pagamos los animales”.

Además de matarles ganado y no pagárselos, presuntamente el Cerrejón también ha recogido y llevado reses al municipio de Albania, donde es entregado a la alcaldía. Para poder rescatarlo don Tomás y sus familiares han tenido que conseguir transporte para devolverlo a Roche y además pagar una multa de $30.000 pesos por cabeza. Ni un solo peso de estos costos les ha sido reconocido tampoco.

“Nosotros ahora últimamente –cuenta don Tomás- por interés de llegar a un acuerdo estuvimos hablando, hicimos un acuerdo por ahí de 110 millones de pesos pero después de eso se rompieron las relaciones. Después volvimos a entrar en conversaciones, yo les dije que hacía mucho tiempo entonces teníamos que renovar otro acuerdo, ellos no me han querido dar respuesta de eso porque supuestamente ya eso para ellos ese es el arreglo, y yo le dije, pero no señor, ya mire el tiempo que hace que acordamos eso, hace más de dos años, durante ese tiempo, 88 animales, me va a decir usted cuántos animales no tuviera yo, cuánto no he perdido yo ahí, yo vivo es de eso”. 

La impotencia y la rabia se reflejan en el rostro y las manos curtidas de don Tomás, él está dispuesto a irse aunque no quiere, pero busca un negocio justo. Es un pequeño ganadero, de eso ha vivido toda su vida y por ello se ha negado a pactar por un precio que fija el Cerrejón de modo unilateral y a trasladarse a una de las casas que la empresa ha construido como parte del plan de reasentamiento. Estas casas, a pesar de su apariencia agradable, no son del gusto de su mujer; como ella misma dice: “esa casa la hicieron chiquita”. Al visitar Roche, el pueblo que se niegan a abandonar, uno se da cuenta de que a pesar de sus condiciones de vida humildes, sin las comodidades ofrecidas por el Cerrejón, allí viven felices, se sienten libres porque los espacios son abiertos y frescos para soportar las temperaturas de esta tierra que les ha dado todo. Además tampoco quieren perder su calidad de campesinos, que es lo que siempre han sido por lo tanto no se contentan con ser obligados a vivir en la ciudad y lanzados a buscar un empleo que resulta esquivo y más en estas tierras - La Guajira es el segundo departamento más pobre del país.

El caso de don Tomás no es el único. Joe Jeferson Arregocés Ustate, Presidente de la Junta de Acción Comunal de Roche, recibió en enero de 2010 tres amenazas telefónicas de muerte, por las que presentó una denuncia ante la personería del municipio de Barrancas. Las amenazas llegaron días después de haber participado en reuniones con funcionarios del Cerrejón en las cuales se trató el tema de señalamientos, estigmatizaciones e irrespeto a los derechos humanos de los que habían sido objeto personas de la comunidad en meses anteriores y otros relacionados con el proceso de reasentamiento de la comunidad de Roche, sobre el cual hubo posiciones encontradas entre las partes.

Tiempo después, el 29 de noviembre de 2012, llegaron a la comunidad vehículos del Cerrejón acompañados de agentes de la policía. En el revuelo que se armó una de las habitantes de Roche fue embestida por uno de los carros. En camino hacia Roche Joe Arregocés fue abruptamente interceptado por un vehículo de la policía, lo insultaron y lo obligaron a bajarse del carro. Lo golpearon y se le llevaron las llaves y los papeles del carro. Estos hechos fueron denunciados ante la Fiscalía en el municipio de Fonseca. Pero el Cerrejón no aparece allí directamente vinculado porque, aunque presuntamente tuvo responsabilidad en el incidente, actuó bajo el amparo de la fuerza pública. Arregocés, quien es familiar de don Tomás y de otros pobladores que están resistiendo, pertenece al tronco fundador del caserío, es decir, su vida, trabajo y sustento está fuertemente arraigado en esta tierra de la que hoy están siendo obligados a salir.

Los habitantes de Roche temen que les pase lo mismo que le sucedió a la gente de Tabaco, otra de las poblaciones desalojada al "estilo" Cerrejón. En agosto de 2001, Tabaco fue destruido a punta de buldócer en una jornada violenta en la que la gente impotente vio destruir sus viviendas. “Estos criminales hechos –comenta Rogelio Ustate, antiguo habitante de Tabaco y hoy habitante de Barrancas- se presentaron luego de que los empresarios de Intercor, hoy Cerrejón, en conjunto con el Estado colombiano desarrollaran su sucia estrategia de estrangulamiento, con el fin de obligar a sus habitantes a dejar sus casas, animales, cultivos y todo lo que formó parte de sus proyectos de vida, para darle paso a la gran minería”.

Don Tomás y su familia viven en una casa humilde pero amplia, con espacio para sus chivos y vacas. Al lado de su vivienda quedan en pie otras pocas casas en donde viven familiares suyos y una escuela fantasma que cuyos profesores fueron transladados. Hoy, de los sitios públicos que una vez hicieron parte de este corregimiento solo queda la pequeña edificación escolar vacía y unas pocas lápidas que custodian los también pocos muertos que se han negado a trasladar de allí. La vida en ese pedazo de Roche conserva sin embargo algo de alegría reflejada en un pequeño jardín que la mujer de Tomás y sus hijas  riegan con amor, y en la tenacidad y decisión de lucha por obtener lo justo por un desplazamiento obligado.

Pero Cerrejón no se rinde. Según cuenta don Tomás, a pesar de que hay cercas que separan las tierras de la mina de las tierras de los pobladores de Roche, los vigilantes de la compañía dejan abiertos los broches para que una vez el ganado pase, y después culpan a la comunidad. Esto es, según él, un modo de seguirlos presionando para que por fin terminen yéndose.

La comunidad ha denunciado ptras presiones. Ha dicho, por ejemplo que la empresa ha incuplido su promesa de pagar el transporte escolar a otro pueblo de los niños cuya escuela fue cerrada. A través de la alcaldía de Barrancas se ha empezado a presionar con la amenaza de la expropiación, según dice don Tomás, “ellos [Cerrejón] no van a hablar más con nosotros porque ya eso se lo entregaron al Estado, bueno, entonces que pase lo que quiera pasar”.

En Chancleta y Patilla, las cosas no son muy diferentes: les quitan servicios pactados, como la visita quincenal del médico a la comunidad; los amenazan con quitarles el transporte hasta Hatonuevo  -el municipio más cercano- los días festivos; les cortan el suministro de agua, o les quitan la energía hasta por 15 días. 

A quienes se mudaron para los reasentamientos Nueva Chancleta y Nuevo Roche y Patilla, en la vía a Barrancas, el Cerrejón les ha incumplido algunas de las cosas pactadas. Lo más importante, las unidades productivas que les prometieron, una hectárea a cada familia, no han sido entregadas. Estas familias han perdido con el translado su condición de campesinos, pues ya no tienen cómo cultivar ni dónde tener sus animales. El cerrejón ha dicho que "el problema" está en manos de Corpoguajira. Esta es la situación que enfrentan las comunidades que todavía se resisten a abandonar forzosamente el lugar donde siempre han vivido.

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