Memoria
Tomado de Semanario Voz
Por María Méndez
Valiente como ninguna otra, decidida y llena de sed y amor por la libertad, así fue Manuelita Sáenz, la primera coronela del Ejército Colombiano
Una de las figuras más controvertidas y calumniadas de la independencia es Manuelita Sáenz, mujer guerrera reducida al rol de “amante”. Era, en muchos sentidos, adelantada para su época. Poco le importaban las habladurías, no sólo por su relación con Simón Bolívar, sino por su complejo carácter.
En un momento podría estar vistiendo los más costosos trajes y viviendo entre lujos, en otro vestir como soldado y comportarse como tal; podría estar hablando de los más complicados temas sobre la cultura, artes, política y demás, o tomando chicha con las mujeres en la plaza de mercado; ser la persona más romántica o la mujer más inesperadamente violenta.
Manuela Sáenz nació en diciembre de 1795, hija del regidor de Quito, Simón Sáenz y Joaquina Aizpuru, que muere después de dar a luz. Fue criada en un convento hasta los cuatro años, cuando su padre forma un nuevo hogar con Juana del Campo, con quien entablará una relación como de madre e hija. De su infancia y adolescencia no hay mayores detalles. Eran tiempos complicados, lo cual nos ayuda a entender por qué dos jóvenes, Manuela y su hermano José María, de ascendencia española y clase social privilegiada, se entregan a la causa de la libertad de América.
Finalizaba el Siglo de las luces. Las condiciones materiales y culturales desembocaron movimientos sociales, políticos, artísticos e ideológicos, y también aparece un nuevo avance en los medios de producción. A mitad del siglo XVIII el crecimiento económico, guiado por la burguesía, se acelera con la primera Revolución Industrial; en 1789 se da la Revolución Francesa, la Revolución Haitiana comienza en 1791 y se inician las guerras Napoleónicas.
La Corona necesita fortalecer su influencia en América, y asegurar y aumentar el flujo económico de nuestro territorio. Para ello dictan unos cambios jurídicos y económicos, las Reformas Borbónicas, que causaron pobreza generalizada en América, fortaleciendo y ampliando las ideas independentistas.
En 1808 empiezan a organizarse en Quito los primeros grupos políticos en pro de la independencia, dos años después, el 2 de agosto de 1810, estos patriotas son asesinados por el ejército español. En Manuela crece la sed de libertad.
Política, estratega, conspiradora
El 17 de julio de 1817, es entregada en matrimonio al doctor y comerciante inglés James Thorne. Por ello cambia su domicilio a Lima, donde continúa su actividad conspiradora.
El Batallón Primero del Numancia llega al Perú en 1819, y comienza a ser infiltrado por José María Sáenz y su hermana Manuela, entre otros. En 1820, junto con los capitanes Tomás Heres y Ramón Herrera, logran que dé el paso al Ejército Unido Libertador del Perú, al mando de José de San Martín. Por estos y otros hechos, el Protector le otorga a Manuelita, el 28 de julio de 1821, el título de Caballeresa de la Orden del Sol del Perú.
Manuelita y José María tienen que viajar a Quito. Este viaje será definitivo. En lo personal, marca la separación total con Thorne y, en lo político-militar, llega a Quito precisamente cuando el Mariscal Sucre está impidiendo el encuentro entre las tropas realistas del Perú y los alzados de Pasto.
En el año 1822 participa activamente en los preparativos de la Batalla del Pichincha. Con sus amigas Nathán y Jonathás, hacen labores de inteligencia y, durante la batalla, brindan economía al ejército y ayudan a los soldados heridos. La amistad entre ella y Antonio José de Sucre se fortalece, al igual que su importancia política y militar.
El 16 de junio de 1822, el Libertador Simón Bolívar entra a Quito, y es ella una de las encargadas de la organización del Baile de la Victoria en su honor. Más allá de su belleza física, Bolívar queda encantado de su intelecto y el gran conocimiento político de Manuelita, quien ya expresaba su preocupación por la estabilidad de las repúblicas liberadas.
Días después demuestra su destreza diplomática, cuando le ayuda a solucionar el asunto de Guayaquil: “…vaya usted en persona e impresione a los indecisos, acójalos bajo la protección de la República de Colombia y encárguese usted mismo del mando militar y político de ese puerto”.
Después de este episodio no sólo nace un apasionado amor, sino que se produce un entendimiento político-militar, afianzado en agosto de 1823, cuando Manuelita sofoca, con la intrepidez y la valentía que la caracterizan, un levantamiento en Quito.
Fue integrada al Estado Mayor General con el grado de Húsar, encargada de la correspondencia del Libertador. Con su astucia y habilidad es capaz de contener los planes de Santander contra Bolívar y logra estar al tanto de todos los movimientos que se dan en Bogotá, ganando el grado de Teniente de Húsares. Por su valentía en la batalla de Junín, es ascendida a Capitán de Húsares con responsabilidades en áreas estratégicas, económicas y sanitarias.
La campaña del sur sigue adelante y Manuela continúa destacándose en lo estratégico, político, diplomático y militar, colaborando enormemente en la crisis que causó Santander al hacer que el Congreso Colombiano despojara a Simón Bolívar de sus facultades extraordinarias, privándolo de toda ayuda para la libertad del Perú.
El 9 de diciembre de 1824, se da la Batalla de Ayacucho y el Mariscal Sucre le pide al Libertador que la nombre Coronel del Ejército Colombiano. El año 1825 Bolívar se dirige a crear, al parecer por consejo de ella, a Bolivia, y Manuelita se ocupa de los problemas políticos de las naciones ya liberadas. En 1827 se produce una revuelta en el Perú mientras Bolívar está en Caracas, Manuela es expulsada, aunque su valentía evita la muerte de muchos, entre ellos de Heres.
Manuela, convencida de que Santander está detrás de estos acontecimientos, llega a Bogotá en 1828 y pone en marcha una operación de inteligencia que logra infiltrar las reuniones secretas en las cuales Santander confabulaba contra Bolívar, descubriendo en dos ocasiones planes para asesinarlo.
El sueño de Manuela y de Bolívar de una nación fuerte y soberana, muere el 17 de diciembre de 1830, cuando el Libertador cierra los ojos para siempre en Santa Marta. Manuela es desterrada por miedo a su tenacidad, primero en Jamaica y luego en Paita, donde sigue sus actividades de espía en pro de los bolivarianos. Muere por una epidemia de difteria en 1856. Hasta su último suspiro le fue fiel a Bolívar y a la libertad.
A pesar de ser silenciada, calumniada y olvidada, Manuela deja en América Latina una huella que ni sus enemigos pudieron borrar. Su ejemplo está impreso en todas las valientes mujeres que han dado su vida a la causa de la segunda y definitiva independencia.
Lea
Manuela, una de nuestras heróicas ancestras. Gracias María por este recordatorio de su tenacidad.
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