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FARC-EP saludan la comisión de Oficiales de FFMM

Comunicado
Por Delegación de Paz de las  FARC-EP

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Saludo de la Delegación de Paz de las FARC-EP,  a los integrantes de la Subcomisión Técnica


El Jefe de la delegación de paz de las Farc-ep, Iván Márquez presento a nombre de la insurgencia, las siguientes palabras de saludo y bienvenida al equipo de oficiales que el gobierno colombiano designo para tratar en la Habana, los temas de Cese al Fuego y dejación de armas.

Señor General Javier Alberto Flórez
Brigadier General Martín Fernando Nieto
Brigadier General Carlos Alfonso Rojas
Brigadier General del Aire Oswaldo Rivera
Contralmirante  Orlando Romero
Brigadier General Álvaro Pico
Teniente de Navío Juanita Millán
Coronel Saúl Rojas
Coronel Edwin Chavarro
Capitán de Fragata Omár Cortés
Mayor Rodrigo Mezú
Coronel Vicente Sarmiento
Coronel ® Carlos Ignacio González
Señores asesores
General Julio Arnoldo Balconi Turcios (Guatemala)
Señor Sandino Asturias (Guatemala)
Señores plenipotenciarios del gobierno
Señores países garantes Cuba y Noruega
“…sin duda la espada de los libertadores no debe emplearse
si no en hacer resaltar los derechos del pueblo”.
Simón Bolívar: Carta al general San Martín. Quito, 22 de junio de 1822.
Señores oficiales de las distintas armas presentes hoy en esta isla de Martí, donde se escenificará muy pronto al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos -a cuyos pueblos deseamos una larga era de entendimiento, sin bloqueos ni guerra fría-, permítannos extenderles, rememorando al padre Libertador, el saludo de una fuerza guerrillera que hoy aspira a construir con ustedes la Colombia del futuro.

Para Bolívar, la unidad era, y sigue siendo, la base de nuestra existencia política. Con ese propósito había convocado el Congreso de Panamá, buscando la creación en este hemisferio de una gran nación de repúblicas hermanas que con sus fuerzas congregadas afianzara nuestra independencia, rechazara a las potencias coloniales, y sobre todo, arropara el continente con la reforma social bajo los auspicios de la libertad y la paz.

Los enemigos de Colombia sabían muy bien que la fortaleza de Bolívar residía en esos ideales que tremolaban altivos en los pendones de su ejército, ese ejército que era pueblo en armas defendiendo la patria y las garantías sociales y al mismo tiempo creador de la República. Su mismo comandante, el Presidente Libertador, lo denominó “defensor de la libertad”, agregando que “sus glorias deben confundirse con las de la República, y su ambición debe quedar satisfecha al hacer la felicidad de su país”. Desde los campamentos y cuarteles del ejército en el Orinoco, en el pueblo rivereño de Angostura, fue naciendo la nueva institucionalidad republicana, sus instancias de poder, hasta tomar cuerpo en los mismos campos de combate, como quedó reseñado en el parte militar del Libertador Simón Bolívar, luego de la crucial batalla de Carabobo, cuando dijo: “hoy se ha confirmado en una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia”.

En 1823 el Secretario de Estado John Quincy Adams le escribía al ministro norteamericano en Bogotá, Richard C. Anderson: “… Si la República de Colombia se organiza permanentemente para encerrar todo el territorio a que hoy aspira, y si goza del beneficio de un gobierno que realmente proteja los derechos del pueblo, es indudable que estará llamada a ser en lo adelante una de las naciones más poderosas de la tierra”. Precisamente, lo que no querían que ocurriera, porque lo veían como obstáculo a la concreción de su fantasioso Destino Manifiesto, según el cual, supuestamente, la providencia les habría entregado Nuestra América para edificar a partir de ella su avasallante imperio.

Por eso detestaban al transformador social, al alfarero de repúblicas y creador de Estados sobre la base de la soberanía popular, al organizador de la hacienda pública y administrador pulquérrimo, al estratega de las relaciones internacionales y adalid de la unidad, al apóstol de la igualdad y de la ruptura de las barreras étnicas, al forjador de conciencia de patria y de soberanía, al fundador de periódicos y hospitales, al ingeniero de caminos y visionario de canales interoceánicos, al que invitaba a despedazar en los papeles públicos a los corruptos y ladrones del Estado, a quien había declarado la educación como la primera necesidad de la República y decretado que esta debía ser gratuita, laica y generalizada; y para lo cual no se cansó de fundar escuelas, colegios y universidades en toda la extensión del teatro de sus dilatadas campañas.

Nuestro arquetipo y nuestro ejemplo debe ser ese poliedro de espejos que destellaba luces en todas las direcciones de la rosa de los vientos, que nos mostrara el señor General, Álvaro Valencia Tovar, en su obra EL SER GUERRERO DEL LIBERTADOR y que hace parte,no solo de la colección de oro de las Fuerzas Militares, sino que fue mimeografiado en las montañas de Colombia, con la orden expresa de nuestro comandante Jacobo Arenas, de que se convirtiera texto de obligado estudio por parte de los guerrilleros

De alguna manera, señores oficiales de las Fuerzas Armadas, hay algo que nos une y nos susurra desde lo profundo de nuestra historia, que nos dice, que el destino de Colombia no puede ser de contienda y pólvora, de desangre fratricida y víctimas, sobre las que se sostienen privilegios insoportables.

Podemos convenir que se nos ha impuesto desde las alturas una guerra que ni ustedes ni nosotros, como hijos del pueblo llano buscamos. Por eso esta guerra entre pobres debe terminar. Pero no hay manera de concluirla sin la determinación enfática de los guerreros y los contendientes que son en últimas los que arriesgan sus vidas en los campos de batalla, para mayor sufrimiento de quienes nos aman.

Señores generales, señores oficiales: desde hace años hemos esperado el cumplimiento de esta cita, sin duda pendiente. Cita que nuestro comandante, Manual Marulanda Vélez, preveía como necesaria. Recuerden ustedes, cómo el 31 de marzo de 2003, mediante carta pública, los invitó a que conversáramos sin intermediarios. Repasemos algunos de los términos de aquella misiva: "Ustedes y nosotros estamos retardados en dirimir nuestras diferencias mediante diálogos hacia la solución de la problemática nacional, para bien de las futuras generaciones de compatriotas. (…) conozco que entre ustedes hay militares con sensibilidad social, dispuestos a defender la dignidad y la soberanía de nuestra patria”.

Reiteremos que ni ustedes ni nosotros iniciamos esta guerra. Basta ver nuestras caras, nuestra piel, conocer nuestro origen y nuestra condición, para concluir que hemos librado luchas cruentas sin que en el campo de batalla se haya derramado una sola gota de sangre de quienes hoy no ven otra manera de plantear una salida al conflicto armado interno que no sea lavándose las manos; buscando dizque máximos responsable entre los actores armados, pretendiendo con ello soslayar su responsabilidad por las causas remotas y presentes de la lucha fratricida, de su dañino patrocinio, de sus intereses en la contienda y su responsabilidad política. Como si todo hubiese sido culpa de quienes portan el uniforme, así sean de distinto bando, cuando en realidad eso no resuelve la desigualdad, la miseria y la carencia de democracia que subyacen como causa de la confrontación y de la cual ellos son supremos responsables.

Hasta cuándo Colombia debe seguir siendo el escenario de una guerra eterna, originada por causas aún vigentes. Dieciocho presidentes de la República, si su inicio de confunde con la fecha del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán; doce Jefes de Estado desde el bombardeo a Marquetalia.

27 comandantes del ejército y 27 Ministros de Defensa (antes ministerio de Guerra) desde el ataque a Marquetalia en 1964. Siempre manifestando por boca propia la proximidad de la terminación del conflicto a partir de la ilusión de la segura liquidación de los “bandoleros”.

No es del caso ahora recordar el número de comandantes de las otras fuerzas ni de las fuerzas de Policía. Lo dicho hasta acá indica que las cifras son similares para cada arma. A todos los recordamos. A todos los comandantes los saludamos de manera respetuosa, estén vivos o muertos, en este momento que aspiramos, ayude a la reconciliación.

Pero este soñado momento debe dejar atrás cualquier hecho del pasado que pueda empañarlo. Acá estamos para ver cómo, en pie de igualdad, le damos impulso constructivo a aquella parte de la agenda que toca con la guerra y la manera de concluirla definitivamente sin que queden en la arena ni vencedores ni vencidos. Ustedes y nosotros buscamos lo mismo. Anhelamos una Colombia justa, democrática, igualitaria, soberana, para cuyo propósito, jamás en La Habana se ha propuesto negociar la suerte del ejército. Por el contrario, nuestra preocupación ha sido por dignificarlo, apartarlo de la Doctrina de la Seguridad Nacional para que vuelva a su rol constitucional de defensa de las fronteras y de los intereses ciudadanos, que es la doctrina que nos legó el padre Libertador al manifestar en elCongreso Constituyente de Bolivia que “El destino del ejército es guarnecer la frontera. Dios nos preserve de que vuelva sus armas contra los ciudadanos”.Claro debe quedar que las FARC-EP no admiten la desatinada pretensión de hacer de los integrantes de la Fuerza Pública las manzanas podridas o los chivos expiatorios de las culpas de los determinadores de esta confrontación atrincherados en el bloque de poder dominante disfrutando las mieles de la expoliación de la patria.

Arrancando juntos la maleza jurídica que calculadamente han sembrado en el campo de la paz sus enemigos, abramos la trocha que conduzca a la reconciliación de Colombia.

DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP

Saludo de la Subcomisión Técnica de la Delegación de Paz de las FARC-EP.



El Comandante Carlos Antonio Lozada, integrante por las FARC-EP de la Subcomisión Técnica que en La Habana está encargada de tratar los temas Cese al fuego y dejación de armas, presentó el siguiente saludo a los oficiales de las Fuerzas Armadas designadas por el gobierno de Juan Manuel Santos, para tratar el asunto dentro de esta instancia que creó la Mesa de Conversaciones por la Paz.

General, Javier Flórez Aristizabal.
Brigadier General, Martin Fernando Nieto Nieto.
Brigadier General, Carlos Alfonso Rojas Tirado.
Brigadier General del aíre, Oswaldo Rivera Márquez.
Contra Almirante,Orlando Romero Reyes.
Brigadier General, Álvaro Pico Malaver.
Teniente de Navío, Juanita Millán Hernández.
Coronel, Raúl Rojas Huertas.
Coronel, Edwin Chavarro Rojas.
Capitán de Fragata, Omar Cortés Reyes.
Mayor, Rodrigo Mezú Mina.
Coronel, Vicente Sarmiento Vargas.
Coronel, Carlos Ignacio González Jaramillo.
Doctora,Mónica Cifuentes Osorio.
Señores:

César Andrés Restrepo Flórez.
Julián Thomas Hottinger.
David Aponte Castro.
Compatriotas:

“El futuro de Colombia no puede ser de guerra indefinida, porque ésta sólo beneficia los intereses de los gobernantes y ustedes y nosotros estamos retardados en dirimir nuestras diferencias mediante diálogos hacia la solución de la problemática nacional para bien de las futuras generaciones de compatriotas”.
Carta del Comandante Manuel Marulanda Vélez a los Generales de la república.
Marzo de 2003
Los asistentes a esta reunión no ignoramos su significado histórico. Para las FARC-EP se trata de una cita que debimos concretar hace muchos años, como fue el deseo expreso denuestro insigne Comandante en Jefe, Manuel Marulanda Vélez.

Quiso el azar, que los aquí presentes personifiquemos este encuentro entre adversarios, que por más de 50 años se han confrontado en los campos de la patria. Quienes nos sentamos de este lado de la Mesa, nos sentimos honrados de estrechar la mano de tan distinguida delegación de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional y no dudamos en expresarles nuestro reconocimiento y respeto de compatriotas.

De los legendarios marquetalianos  aprendimos a no odiar, ni a ver en los integrantes de la Fuerza Pública enemigos irreconciliables. Todo lo contrario; siempre hemos sabido que el conflicto social, económico y armado que afecta nuestro país, es una dolorosa guerra entre hermanos.

Detener esa tragedia, es la sagrada tarea que nos han impuesto los más altos intereses de la patria. Terminar una guerra como la que nos hemos visto obligados a protagonizar desde orillas opuestas, es la más importante e histórica misión que nos pudieran haber encomendado. Estamos seguros que las dos partes sabremos cumplirla y honrar la confianza que en nosotros han depositado las generaciones presentes y futuras.

Dolorosa ha sido la historia de la nación Colombiana. Son casi 200 años de cruentas guerras y enfrentamientos civiles, desde cuando las armas patriotas, conducidas genialmente por el Libertador Simón Bolívar, derrotaron la tiranía colonialsin que hubiera logrado cumplir su sueño de redención social para las masas empobrecidas, de donde salieron los combatientes que formaron en las filas del ejército libertador:Indígenas, esclavos negros, campesinos y artesanos.

Lograda la independencia, se alzó con el poder una reducida casta de latifundistas,comerciantes y algunos oficiales que acapararon para sí todos los cargos del Estado, convirtiendo el ejercicio de la función pública en la forma más segura para retener y acrecentar sus bienes y riquezas, al tiempo que fueron postergadas las necesidades materiales y las aspiraciones de libertad de los sectores populares que aportaron su sangre para darnos patria. En esos primeros años de la república, está la génesis de nuestros males.

Duro y difícil ha sido el proceso de construcción de nuestra nacionalidad, marcado por la sucesiva dependencia de potencias extranjeras yel acaparamiento violento del poder económico y político por parte de una élite apátrida, con la consecuente exclusión social y política de las mayorías.

Nuestro pueblo no ha conocido un solo día de paz y sosiego; desde el atentado fallido contra el Libertador la noche septembrina, hasta el alzamiento de las guerrillas revolucionarias en la década de los 60 del siglo pasado; pasando por el asesinato de Antonio José de Sucre; los sucesivos enfrentamientos civiles del siglo XIX que culminan en la cruenta guerra de los mil días; y ya en el siglo XX: la masacre de las bananeras; el desangre del campo de los años 30; el magnicidio del caudillo popular Jorge Eliecer Gaitán y  la consecuente violencia generalizada contra los campesinos para despojarlos de sus tierras.

Esa es nuestra historia y de allí se deriva la importancia del momento que protagonizamos los aquí presentes y la profunda significación que cobran para los destinos de la patria, las decisiones que debemos ayudar a construir a la Mesa de conversaciones.

Por más de 50 años los combatientes farianos hemos chocado nuestras armas con las del Estado, convencidos de la justeza de nuestra lucha. Nunca nos ha motivado razón personal alguna; nuestra única razón es el firme deseo de alcanzar un país mejor para los colombianos; justa aspiración que nos nace del más profundo amor por nuestro pueblo; a la que hemos consagrado nuestras vidas y a la cual jamás renunciaremos; pero que estamos seguros se puede lograr sin necesidad de derramar una sola gota más de sangre colombiana.

Lo hemos dicho desde siempre y hoy lo repetimos; estamos dispuestos a encontrar por la vía del diálogo la solución política del largo conflicto social, económico y armado que nos ha mantenido enfrentados y que debe llevarnos a una paz con justicia social, democracia y soberanía para nuestro pueblo.

Se trata de encontrar una salida civilizada que posibilite la libre confrontación de ideas y visiones de país, sin necesidad de recurrir a las armas, lo que presupone la existencia de un régimen abierto a la participación libre y democrática con opción de poder, de todas las fuerzas sociales y políticas para que sean las mayorías nacionales las que decidan el camino más conveniente para sacar a Colombia de la dependencia, el atraso, la miseria y la exclusión política en que la han sumido 200 años de poder oligárquico. Supone también, la existencia de un Estado cuya legitimidad y monopolio de la fuerza sea el resultado de la renuncia a utilizar las armas contra el pueblo soberano que se las ha confiado.

Como combatientes guerrilleros, acudimos a este encuentro convencidos de que no hay alternativa distinta a la solución política y estamos dispuestos a aportar lo necesario para lograrlo, comenzando por aliviar el dolor y el sufrimiento de la familia colombiana producto de la confrontación armada. Razones estrictamente humanitarias han motivado nuestra reciente declaración de cese al fuego unilateral e indefinido. Consideramos que si es cierta la voluntad de paz que anima las partes; tras más de dos años de conversaciones y con algunos acuerdos parciales alcanzados, no hay razones para empeñarnos en continuar los enfrentamientos armados, que provocan de manera innecesaria la muerte de más colombianos.

Un cese al fuego bilateral inmediato, verificado por instancias nacionales e internacionales, es un imperativo ético para las partes; es el mayor gesto de humanidad que podemos dar a los millones de compatriotas que miran con esperanza este proceso; pero es también, la mejor forma de corresponder los nobles y solidarios esfuerzos de la comunidad internacional que nos acompaña en este empeño por la reconciliación nacional.

Silenciemos ya los fusiles y que la próxima vez que se vuelva a escuchar su ruido ensordecedor, solo sea para anunciar con su salva el amanecer del nuevo día para Colombia.

De ustedes, atentamente,

Subcomisión Técnica de la Delegación de Paz de las FARC-EP

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