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Persecución sindical a conductores de TransMilenio

Noticia
Tomado de ANNCOL
Por Juan Carlos Hurtado Fonseca, Voz
 
 
“Aquí me habían pintado otra cosa”

Un recorrido por las garantías laborales y sindicales de una empresa operadora del sistema de articulados.


Flor Marina Giraldo en su puesto de trabajo, el Transmilenio. Foto: Juan Carlos Hurtado Fonseca

Faltan cinco minutos para las 11 de la mañana y me encuentro en el Portal 80 con Flor Marina Giraldo, una conductora de articulado del sistema TransMilenio de Bogotá. Esperamos que llegue el vehículo que operará en su siguiente turno, con la ruta J24 hasta la estación Universidades, en el centro de la ciudad.

El bus llega sin contratiempo. Lo primero que ella hace es revisar las punteras para cerciorarse que no tengan rayones. Me explica que los carros se rayan en las salidas o entradas a los portales. Saluda al operador que termina el turno y le pregunta: -¿Alguna novedad? -No, todo bien. -¿Sí anda sabroso? -Sí, bien.

Salimos a las 11 de la mañana, y la acompaño con el objetivo de conocer las dificultades en sus recorridos, que no permiten cumplir con los tiempos asignados por el sistema y obligan a trabajar horas gratis cada día.

Ese día, Flor Marina había ingresado a las 4:20 de la mañana y terminado a las 9:30 su primer turno, aunque según la programación asignada era hasta las 8 y 40.

Configura el rutero; pone la “llave azul” o USB que registra las velocidades en diferentes tramos del recorrido; se echa la bendición; y sale con todos los pasajeros sentados, tres de pie, y un joven que con una desafinada guitarra pero una afinada voz interpreta Vasos Vacíos, de los Fabulosos Cadillacs y Celia Cruz. Flor Marina me mira y dice: -Eso hace más agradable el servicio, y es gratis. Sonríe. Es evidente la pasión con la que por once años ha desarrollado ese trabajo.

En la salida del portal hay dos semáforos que según ella no están sincronizados con el software del sistema, y en menos de 200 metros de recorrido ya han pasado cinco minutos. Luego, pudo mantener una velocidad promedio de 60 kilómetros por hora hasta la siguiente estación en la que debió parar. Pequeños imprevistos como un reciclador que arrastrando una zorra y sin ninguna precaución se atraviesa, hacen reducir la aceleración.

En el puente sobre la Avenida Boyacá por precaución también debe ir más lenta. –La 80 es una de las vías que más nos permite ir rápido, pero apenas lleguemos a la Caracas vas a ver esa belleza de vía y cómo nos retrasamos.

El cambio del estado de la vía al llegar a la troncal hace saber que no se podrá cumplir con los 44 minutos que por programación les dan para ese recorrido. Cráteres, losas partidas, puertas de estaciones que no abren, usuarios que se paran en las puertas obstaculizando el ingreso y la salida, y mucha semaforización imponen un recorrido lento, a no más de 40. Los articulados zigzaguean para sortear los obstáculos, algunas veces obstruyéndose entre sí. En horas pico el caos es mayor pero les exigen el mismo tiempo.

En la Caracas con 65 hay un bus varado, con pasajeros a bordo. Su conductor le hace señas a Flor Marina para que llame a la central de radio y reporte, porque a él no le responden. Ambos “pulsan fonía” pero ninguno obtiene respuesta. Continuamos sin saber cuánto tiempo tendrán que esperar esos usuarios para poder arribar a sus destinos.

A la estación Universidades llegamos con un retraso de seis minutos. –El recorrido estuvo normal, no hubo mayores contratiempos. Ah, y este es el momento que aún no me contestan “fonía”. Descarga, hace la “U”, carga y se regresa a la estación de donde partió. Para ese recorrido le dieron 47 minutos.

El mismo ciclo lo hará tres veces hasta terminar su turno que –según el papel- va hasta las tres y media de la tarde, pero que por los contratiempos en las ocho horas laborales, puede terminar una hora u hora y media más tarde. Tiempo extra de la jornada que le regala a Somos K, empresa para la que trabaja, y que le quita a su esposo a quien todos los días debe llegar a atender porque sufre una enfermedad que requiere cuidados especiales.

Pagos

Flor Marina antes condujo un colectivo durante seis años, hasta que vio una buena oportunidad en Transmilenio. “Las jornadas pintaban muy bien”. Diariamente inicia labores a las cuatro de la mañana y termina a las tres y media o cuatro de la tarde.

Llega al patio 20 minutos antes de iniciar la jornada para que le asignen un vehículo y verificar sus condiciones. “Debo revisar llantas, luces, niveles, láminas, ver que esté bien. Este tiempo no lo cuentan dentro de la jornada laboral. Según la programación son ocho horas de trabajo pero en la realidad pueden ser 10 horas de servicio”.

Por esta labor en la que descansan solo un día a la semana, Flor Marina y sus compañeros de empresa cuentan con un salario básico de 1.376.000 pesos, al que le adicionan el bono de liberalidad por 300 mil y el bono de excelencia por 200 mil: “Este último, con dos excesos de velocidad, por pedir una hora de permiso para ir al médico o por cualquier queja, se pierde”. Muchos dejan de ir a una cita médica para no perder ese dinero. Del bono de liberalidad les descuentan multas por imprevistos o accidentes.

Dice que están en una “guerra contra el tiempo” por la constante presión de los controladores ante los retrasos. “Nosotros corremos para no regalarle nuestro tiempo de descanso a las empresas. Ha habido accidentes por exceso de trabajo. Es que a veces estamos más de cinco horas sentados al volante, descansamos media hora y retomamos otras cuatro o cinco”.

Quienes tienen tabla partida pueden hacer jornadas de 12 o más horas. Inician con un turno de cuatro horas pero los ponen a descansar cinco y hasta seis antes de retomar operación. En este tiempo no pueden hacer algo. Muchos intentan descansar en los articulados estacionados. Aunque les dan 100 mil pesos adicionales, gastan mucho más en estos espacios. Algunos que llevan solo tres o cuatro meses renuncian por las extenuantes jornadas.

En su anterior trabajo, en el transporte tradicional, Flor Marina lograba sacar mensualmente el doble de dinero que devenga actualmente, aunque con una jornada más extensa. Pero aclara: “Allí se trabaja una o dos horas, usted para, se estira, camina, toma tinto, hace ejercicio y descansa hasta una hora antes de retomar. Aquí son hasta cinco horas seguidas y a veces tres sin poder ir al baño”.

Según los cálculos de Flor Marina, la empresa requiere contratar 100 conductores más para poder cumplir a TransMilenio, acabar las tablas partidas y las extensas jornadas. Ese costo laboral es el que ahorran gracias al desgaste de los conductores con que cuenta. Actualmente tiene 370.

Sindicato

Por esas irregularidades y por sentirse desprotegidos por el Estado, decidieron afiliarse al Sindicato Nacional de Trabajadores del Transporte, SNTT, seccional Bogotá. En mayo pasado lo formalizaron y el día que lo presentaron ante la empresa les despidió a cuatro miembros de la junta directiva. Fueron indemnizados por despido sin justa causa.

Iniciaron con más de 60 afiliados pero por la persecución y el trabajo de persuasión de la empresa, se han desafiliado alrededor de 30, otros pocos se afilian de vez en cuando. A algunos les cambiaron el horario de la jornada para afectarlos en su vida familiar, cuando reclamaron les dijeron que los regresaban a la anterior si se retiraban del sindicato. Varios aceptaron.

Se presentaron quejas ante Transmilenio y el Ministerio de Trabajo, pero no hubo respuestas. “TransMilenio hace oídos sordos a esto, ellos no están pendientes de nuestras condiciones. Hace poco tuvimos una reunión con el gerente y ni siquiera sabía qué es una tabla partida ni que existían”.

Semanas atrás, un conductor avisó que estaba cansado, que no tenía condiciones para seguir operando. Pidió relevo a control y ante la ausencia de un reemplazante le autorizaron llevar el carro al patio. La empresa Somos K lo sancionó doce días por haber pedido el reemplazo y guardado el bus, “dizque porque había sido sancionada por TransMilenio”. Los conductores no creen la versión ya que allá constantemente les dice que pidan cambios cuando se sientan cansados. Están seguros que la sanción fue por ser el presidente de SNTT, seccional Bogotá.

Aun así, presentaron petitorio en junio y discutieron con la empresa sin obtener acuerdos. “No pedimos plata, solo que nos arreglaran la jornada laboral, que fueran ochos horas diarias. Que nos quitaran el bono de excelencia y nos dieran a todos 140 mil mensuales. Todo lo que queremos es un trabajo más humano. Nos hablan de eso desde la Alcaldía pero solo queda en el papel, aquí nos parten el lomo a todo momento.” Ante la negativa de las exigencias esperan el fallo de un tribunal de arbitramiento.

Explica que muchos conductores apoyan la organización sindical de corazón porque la empresa ha logrado infundirles miedo y no se afilian. “Eso no nos sirve. Si el sindicato fuera más numeroso lograríamos negociar mejores condiciones laborales para todos. A mis compañeros de trabajo les faltan huevos para sindicalizarse.”

Es un miedo que ella entiende porque lo vivió pero ya lo superó. Sabe que solo si fortalecen la organización lograrán dignificar su cotidianidad laboral y hacer respetar sus derechos sindicales. En la organización se la juega por ella y por todos sus compañeros sin importar las represalias. Por eso su respuesta cuando le pregunto si tendrá problemas por haber hablado conmigo: -Cuando se enteren que di esta entrevista lo máximo que podrán hacer es echarme…


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