Análisis
Tomado de Semanario Voz
Por Gabriel Ángel
Confieso que me atrajo el título de la nota que Yezid Arteta publicó en la edición pasada de VOZ, en su sección La esquina del movimiento, Las FARC: Relato de un náufrago. Mis expectativas se volvieron truncas en cuanto fui leyendo el artículo. No sentí que la historia del marinero náufrago tuviera relación con su contenido. Ni un vínculo preciso con lo que describe Yezid de las FARC en los tiempos de guerra y los actuales.
Recuerdo que un personaje como el Mono Jojoy, se refería entre risas y en tono sarcástico al marxismo leninismo. Conociéndolo mucho mejor con los años, comprendí que, como figura emblemática de las FARC, sus dardos tenían mucho sentido. En realidad combatía las ideas cuadriculadas de algunos mandos, para los cuales el marxismo era un dogma para aplicar y repetir de modo mecánico, a la manera de una religión contra las herejías.
En la escuela de vida que fueron las FARC, se aprendía que el marxismo era otra cosa, un método de pensamiento, una concepción del mundo y de la sociedad que lo analizaba todo sobre la base de realidades concretas, no imaginarias, comprendidas siempre como fenómenos cambiantes, que exigían por tanto una visión flexible. Para los guerrilleros era claro que no todos los casos podían tratarse de la misma manera, había que tener en cuenta las condiciones, decían.
En la cúpula de la organización se hallaba el Secretariado, la última palabra en todos los sentidos. Comprender y asumir la línea ideológica, política y organizativa de las FARC era un proceso largo, que implicaba años de estudio y sobre todo de práctica. Muchas veces creíamos tener la razón, pero el tiempo se encargó de demostrarnos lo contrario. Nos faltaba más formación. Eso podía controlarse en una estructura militar rigurosamente jerarquizada.
Cuando la guerra se intensificó de modo inimaginable, del 2003 en adelante, ese proceso de formación se vio seriamente afectado. De algún modo cada bloque se hizo autónomo, y la imposibilidad de que se reuniera el Secretariado terminó por originar concepciones particulares en varios de ellos. Timochenko tuvo que lidiar con algunos señores feudales, que se habían crecido con los años. Su mayor victoria fue haber sacado adelante los Acuerdos de Paz.
Que también firmaron los demás, aunque luego varios se arrepintieran y tomaran otros rumbos. Nuestro partido vive, pese a los ataques y desprecios que surgen de todos los flancos. Esa ha sido siempre la historia de las FARC. El ELN, el EPL, el M19 y demás crecieron con ácidos discursos contra ellas. Ninguna organización recibió además más bombas y metrallas de sus enemigos. Pese a ello avanzaron como ninguna otra fuerza.
Porque supieron pensar y obrar dialécticamente. Igual pasa ahora con el partido FARC, atacado con saña por la gran prensa, por sus enemigos en el poder, por los que sólo creen en la guerra, por los llamados disidentes, por los que no hallaron el escalón para ascender que esperaban. Me gusta más la figura de El viejo y el mar, de Hemingway. Cuando pescó por fin el pez más grande del mundo, todos los depredadores marinos lucharon por quitárselo a dentellada limpia.
Santiago, el viejo, no se amilanó por su pérdida. Apenas recuperara sus fuerzas, volvería a echar su bote al mar, en busca de su sueño, dispuesto a enfrentar cuantas veces fuera necesario a los tiburones. Como el Quijote, Ladran, Sancho…
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