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El paro no para y lucha por la implementación del Acuerdo de La Habana

Análisis
Colombia Soberana
María Méndez

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Foto: Colombia.com

El pasado mes se cumplieron tres años de la firma de paz entre el gobierno Colombiano y las FARC-EP. Este aniversario estuvo enmarcado por una gran movilización social que analizaremos en los próximos días, movilización que se ha fortalecido y continúa, y uno de los puntos de exigencia es la implementación total de lo firmado en La Habana.


Con este paro se demuestra que el Proceso de Paz continúa. La lucha que valientemente dimos desde todos los sectores políticos y sociales coherentes con la paz de Colombia no solo era por la firma de un Acuerdo, ahora estamos en el punto más difícil del Proceso, que es la implementación.

En el 2016 se firmó por fin el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera. No fue fácil. Fueron 53 años, no solo de “echar bala”, sino también de hacer política de masas y tender puentes para establecer unos escenarios de diálogos con los gobiernos que nos permitieran ponerle fin al conflicto armado, pero sobre todo dejar los cimientos, o al menos, una piedra angular para la construcción de esa Colombia en paz, con justicia social que deseamos, por la que hemos arriesgado nuestras vidas y que el pueblo trabajador se merece.

Se dieron las condiciones que se necesitaban con el gobierno de Juan Manuel Santos. Se firmó un Acuerdo histórico que, no solo define unos parámetros de la dejación de armas, la reincorporación a la sociedad civil de los excombatientes y la participación política de las FARC-EP, sino que también propone soluciones al problema de la tenencia de tierra, la vida digna del campesinado colombiano, la solución a problemas generados por el narcotráfico, la reparación de todas las víctimas del conflicto y la verdad sobre esta guerra, entre otras cosas.

El camino transitado no ha sido fácil, pero por el que estamos pasando y el que falta por recorrer tampoco lo es, es más, en esta trocha es donde se necesita más ahínco y constancia. Sabíamos que no era sencillo, que también estaría enmarcado por peligros como las balas asesinas y la falta de voluntad del Estado para cumplir.

En esto debemos ser claros. No es sólo cuestión del gobierno de turno, es una lucha para que el Estado en su conjunto pague las deudas históricas que tiene con el pueblo colombiano, deudas que no va a saldar sin el compromiso de todos los ciudadanos, tanto los que han sufrido la guerra en carne propia, como de los que la vieron por las cínicas pantallas de los canales de desinformación y la leyeron a través de los periódicos masivos, llenos de sangre y sedientos de más violencia. 

Este camino de la implementación debe estar lleno de luchas y sacrificios, como lo está toda senda que nos lleva a los más elevados propósitos de la humanidad. Pero ante todo lo que está pasando surge una duda ¿Cuál es el Acuerdo de Paz que debemos defender? La pregunta pareciera carente de sentido, pero ahora su respuesta es la más importante.

Muchas organizaciones, sectores sociales y personas del común salieron a las calles a defender la firma del Acuerdo de La Habana, lloraron tras el pírrico triunfo del “NO” en el plebiscito, llenaron las calles para exigir que se cumpliera lo pactado en la Isla de la Libertad y celebraron el regreso a la sociedad de los Farianos. Después de eso, ni siquiera se han leído los Acuerdos, las pedagogías pararon o disminuyeron la marcha, hoy día son pocos los colombianos que saben qué se firmó en Cuba y este desconocimiento los hace susceptibles al engaño del Estado.

A pesar de todos los esfuerzos que realizan más del 90% de los Farianos, orientados por su dirección, por cumplir el Acuerdo y darlo a conocer al pueblo, muchos sectores de la sociedad y el Estado,  intentan reducir el Acuerdo a lo consignado en el punto 3, es decir, quieren extender en la opinión pública y en la familia Fariana la idea de que el Acuerdo se limita única y exclusivamente a que el Estado cumpla con la reincorporación de los excombatientes, para llevarlos a olvidar los otros puntos que representan nuestras luchas, nuestro compromiso con Colombia y las banderas de todos los que murieron por alcanzar ese país hermoso, nuevo, con justicia social para todas y todos. 

Entonces ¿Qué Acuerdo debemos defender? ¿Uno que solo asegure la vida de los que lucharon en las FARC-EP pero que en esa pelea para el cumplimiento del punto tres hagan que abandonen el proceso o que olviden las banderas? o ¿uno que garantice la reincorporación política, económica y social, pero que también sirva para darle tierra al campesino, reparar a las víctimas, descubrir quiénes se beneficiaron por más de medio siglo de una guerra fratricida,  que lleve el buen vivir a todas y todos los colombianos y que nos permita construir la nueva Colombia con oportunidades y justicia social para cada uno de los ciudadanos?

Colombia es nuestra, El Acuerdo de La Habana es el cimiento de las nuevas luchas, del verdadero bienestar para Colombia. El compromiso es llevarlo barrio a barrio, vereda por vereda, que los colombianos sepan que ahí están sus voces, que en Cuba no se pactó las garantías para las FARC, sino que se firmó una hoja de ruta para el futuro de nuestros hijos y de nuestra Colombia. 

El paro avanza y esta es una de las banderas de ese pliego. La movilización le da un nuevo aire de esperanza y futuro a nuestro sufrido país, pero Duque y el Estado nos quieren desgastar alargando este paro, debemos resistir en las calles, en los parques, en los cacerolazos y con todas las manifestaciones de protesta que sigan surgiendo. La paz es un compromiso de todas y todos, no condenemos a las futuras generaciones a vivir el infierno del que nosotros ni siquiera hemos podido salir.

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