Análisis
Tomado de Semanario Voz
Por Gabriel Ángel
A propósito del bicentenario pienso en Bolívar, en su previsión sobre el papel que desempeñarían los Estados Unidos en el futuro del continente, en su sueño de igualdad social y de integración latinoamericana. En la carta de Jamaica y otros escritos suyos en que dejó plasmada su idea de crear una institucionalidad original, que no fuera copia de la constitución norteamericana, ni de los usos dominantes en las cortes de Europa.
Su concepción respondía al carácter geográfico, social y cultural de la América hispana. La independencia se imponía como una necesidad histórica que había que concretar. Pero luego de ella había que diseñar unas formas jurídicas para los nacientes estados. Y estas no podían ser copia de otros lares, sino aportes novedosos surgidos de la mezcla de razas y pasado. Bolívar logró la independencia, pero no pudo materializar el régimen que anhelaba.
No muchos pensaban como él. Por eso aquí, tras el 20 de julio de 1810, terminó por desatarse la guerra civil entre centralistas y federalistas. Algunos opinaban que la guía debía ser la constitución de Filadelfia y su régimen federal. Recuerdo haber oído alguna vez a Fidel Castro hablando de cómo mientras en Latinoamérica primó la tradición presidencialista norteamericana, en el Caribe hizo lo propio el parlamentarismo inglés.
Aquello resultaba al fin y al cabo comprensible. Pertenecíamos al occidente surgido de la expansión mercantilista europea, lo negro y lo indígena que corría por nuestras venas no era precisamente la nota dominante en los criollos que llegaban al nuevo poder. Los indios y negros eran más bien sus siervos y esclavos. Ni siquiera pudo Bolívar cumplir su promesa a Petión, de abolir la esclavitud. La idea no calaba en las mentes de los demás propietarios.
La modernidad imponía unas formas, unas constituciones, una tridivisión del poder, un sufragio restringido por los bienes que se poseyera, un espacio para la Iglesia, no podía ser de otra manera. Los pueblos marchan en medio de contextos, influencias y poderes internacionales, de los cuales, pese a su especificidad, no alcanzan a escapar. ¿Será distinto el día de hoy? ¿Pueden desconocerse el entorno cada vez más globalizado y el neoliberalismo aplastante que nos asfixia?
Soñar siempre será humano y válido. Caminar en busca de la utopía, así se aleje cada día de nosotros un tramo igual al que recorrimos. Habrá días mejores. Aré en el mar, lamentó Bolívar al final de su vida. Lo cual sirve para enseñarnos a ser más modestos. De todo por lo que luchamos, solo vamos a conquistar una pequeña parte, otros que nos sigan se encargarán de alcanzar otra. Marchamos con la humanidad entera, conquistar la paz es ya un paso gigantesco.
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