Análisis
Por María Méndez
Colombia Soberana
Hemos pasado unos días de locos. Por fin se veía un atisbo de justicia en este país que cuenta con una impunidad de más del 90%, cuando los goleros de la guerra movieron sus corruptas influencias que pretendían apagar la llama de la justicia y darle al corazón de la paz.
Exactamente nos referimos a lo ocurrido con Jesús Santrich, dirigente de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Después de más de 400 días de injusta prisión, al negociador de la paz lo iban a liberar, pero ya sabemos en qué terminó todo: una recaptura que finalizó con la decisión de que será la Corte quien defina la nueva situación de Santrich.
Pero más allá de los hechos, que deberían ser bochornosos para quienes desde la sombra están maquinando esta situación, debemos mirar las intenciones y los detalles de lo sucedido, puesto que este ataque va más allá de la figura de Jesús Santrich, este es un "elaborado" plan para golpear al Partido FARC y asestarle un golpe inmenso a la paz.
Con la payasada de la recaptura en el mismo momento en que por fin recuperaba la libertad, se pretendía dar una bofetada a la moral de los militantes del Partido FARC que ya muy preocupados están por sus garantías sociales, jurídicas e, incluso, por su propia vida.
También pretendían que éstos realizaran acciones que llevaran a un enfrentamiento para, por un lado, deslegitimar la protesta por la libertad de Santrich, y por otro, si los disturbios lo meritaban, fuera la oportunidad para agredir e incluso asesinar a sus militantes y sería la excusa perfecta para decretar un Estado de Conmoción.
Afortunadamente la dirección del Partido y la experiencia de sus militantes eclipsaron este escenario. A la derecha se le olvida que están tratando con un partido político con una experiencia de más de 55 años, que cuenta con unos militantes capacitados y disciplinados, muchos de ellos excombatientes que han vivido situaciones más difíciles y dolores más inmensos y con una forma de organización que permite analizar en conjunto las coyunturas y el momento histórico y de ahí actuar con cohesión política y por tanto de manera organizada, planificada y unánime.
Ellos esperaban que este golpe quebrara la supuesta fractura dentro del Partido FARC. Lo que no entienden es que por la forma organizativa y democrática, dentro de las estructuras de las FARC se dan debates enormes, fuertes, apasionados y difíciles, pero que eso no es de ninguna manera fracturas dentro del partido, sino la manera de darle vida, participación y desarrollo a las discusiones, que como resultado dan evolución y dinámica a su accionar social y político.
Evidentemente se equivocaron y encontraron una dirección y unos militantes unidos en torno a la inocencia y la libertad del camarada Jesús Santrich, pero también entorno al Acuerdo y la paz de nuestra adorada Colombia.
Siguen con pasos firmes, no solo la defensa de Santrich, sino todas las formas organizativas en defensa de la paz. Las FARC se unen a un grupo de personas de diferentes partidos en un movimiento amplio para abrazar los Acuerdos de La Habana que insistentemente el Estado en su conjunto se niega a cumplir.
Este gobierno del presidente Duque, perfectamente descrito por Omar Rincón del The New York Times, como el "hijo sonso" y un "buen muchacho que solo sabe obedecer" a su "papá Uribe" , es el más reaccionario a cualquier intento de implementación de los Acuerdos, pero ¿qué hay detrás de esto?
Duque no sólo llegó allí por obra y gracia del "patrón Dotor Varito", quien en su "sabia omnipotencia" decidió que él iba a hacer lo que la rancia oligarquía le hizo a él: poner un títere que le permita hacer lo que quiera para lavarse las manos después.
Obviamente al ahora Senador no le salen las cosas como quería, pues para imitar a sus titiriteros le hace falta como 200 años de experiencia. Todo el mundo sabe que él está manejando las cuerdas de Duque y que la oligarquía y los gringos maneja, sin que él lo decida y desee, los hilos que lo llevan a su propia destrucción.
De este panorama podemos concluir que el enemigo más grande de la paz no es el directamente agresor, sino los que están a la sombra, esperando que este "buen muchacho" y el "Dotor" capataz sin futuro, hagan lo que tienen que hacer para después llegar ellos a "salvar" lo poco que queda de país, reencauchando de nuevo su poder, como lo han hecho por casi dos siglos.
Solo la tenacidad de los amigos de la paz, la organización popular, la unidad y la lucha, nos darán el país que merecemos. La construcción de una Nueva Colombia está en manos de todas y todos los colombianos.
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