Análisis
Tomado de Las 2 Orillas
Por Gabriel Ángel
Cada día se reconoce a Duque como un hombre que no sabe cómo gobernar, que obedece sumisamente a Uribe y entregó las riendas de la nación al extremismo de la derecha
La situación es dramática. Basta con apreciar los titulares de la prensa para percibirlo con facilidad. Las cosas se complejizan de manera impensable, a la par que echa raíces una peligrosa intolerancia. La llegada al poder del presidente Duque significó la apertura de una caja de Pandora criolla, de la que brotan frenéticos los más perversos males.
Duque perdió por completo la apariencia del joven y desprevenido mandatario con que se presentó al país hace siete meses. Cada día se lo reconoce más como un hombre anodino, que no sabe cómo gobernar el país, que obedece sumisamente la voluntad del senador Uribe y que entregó las riendas de la nación al sector más extremista y fanático de la derecha.
Ignora el ridículo que hace al hostilizar de tal modo al legítimo gobierno de Venezuela. El día comparable a la caída del muro de Berlín, cuando según sus cálculos él, otros cuantos presidentes y el usurpador Guaidó, junto con una masa de venezolanos y paisas pagos, iban a emprender la insurrección al otro lado de la frontera, lo pinta de cuerpo entero.
Parece que en lugar de pensar soñara, y que da por realidad su fantasía, alejado totalmente de la realidad que lo rodea. Su gobierno condena la que llama infiltración de grupos armados en la minga del sur del país, mientras permite que en la frontera grupos de encapuchados armen bombas y organicen violentas ofensivas contra el gobierno del país hermano.
O sea que lo que es malo para él, no es así cuando se impulsa y practica contra otros. Su canciller Holmes describe como intervención extranjera, la llegada de dos aviones al vecino país, con diez militares rusos, como si en Colombia no existieran múltiples bases norteamericanas con presencia de oficiales gringos que mandan y disponen a su antojo.
Pretenden convencernos de que los acuerdos de cooperación de un país soberano como Venezuela, constituyen un grave riesgo de confrontación porque son con Rusia, mientras se disimula el hecho de que Colombia fue incorporada a la Otán, una alianza exclusivamente militar de orden nuclear, en un pacto que no le critican a Santos pese a que dicen odiar su obra.
Mientras su gobierno repudia al ELN, con el que destrozó cualquier posibilidad de dialogar por la paz, porque que este recurre a la absurda táctica de volar oleoductos como forma de presión, parece festejar que en Venezuela los sabotajes cuidadosamente planeados por la oposición, interrumpan el fluido eléctrico a todo un pueblo que no merece esa suerte.
Lo aseguró Uribe tras salir de la Presidencia. No le había alcanzado el tiempo para agredir a Venezuela. Está claro que con la llegada de Duque al poder, hemos retrocedido una década. Pese a su cantinela de presión diplomática exclusiva, el gobierno actual no oculta su ansiedad por el uso de todas las opciones pregonado por el presidente Trump.
Las imágenes televisivas de la dolorosa situación social por las que atraviesa la gente del Chocó y la Guajira, para solo mencionar estos dos departamentos, no le producen la menor incomodidad a este gobierno, y mucho menos las angustias que padece la gente de Cúcuta por obra de su errada política con el vecindario. En su lugar dice sufrir por lo que ocurre en este.
Colombia, afortunadamente, había ingresado al civilizado grupo de naciones que admitieron la dosis personal de drogas, un fenómeno a tratar con criterios sanitarios y de prevención. Con Duque volvimos a la época de las persecuciones. Su desprecio por la sustitución pactada en La Habana, y su obsesión por fumigar, nos retornan al pasado nefasto de la guerra contra las drogas.
Mientras los maestros paran porque el proyecto de Plan Nacional de Desarrollo desfinancia la educación pública, el senador Uribe promueve su privatización, con el medieval argumento de que los educadores deforman políticamente las mentes de sus alumnos. Qué tal nosotros que fuimos educados en el más riguroso oscurantismo en medio de la guerra fría.
En el Congreso de la República se ha desatado contra la oposición, una desbocada campaña de improperios y calumnias por parte de los correligionarios del presidente. A los adjetivos infamantes se suman proyectos como el de hacer migas la restitución de tierras, al tiempo que se visten de nobles las malintencionadas objeciones presidenciales a la ley estatutaria de la JEP.
Ante la indolencia gubernamental, la protesta social del suroccidente del país amenaza con extenderse al territorio nacional. El Esmad y el Ejército son la respuesta a los clamores de la gente humilde. Se soslaya el cumplimiento de lo pactado en La Habana, mientras se busca vincular al partido Farc con la delirante disidencia. La paz estorba a muchos. Quieren guerra.
Con el vecino, en el campo interno, como sea. Son dementes. Colombia no puede permitirlo, tiene que aislarlos, imponerles la paz. Es justo y necesario.
Duque perdió por completo la apariencia del joven y desprevenido mandatario con que se presentó al país hace siete meses. Foto: Twitter/Iván Duque
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