Análisis
Por María Méndez
Fundación Colombia Soberana
Esta nueva etapa del Proceso de Paz está enmarcada por el compromiso ferrero de las FARC-EP, demostrado en la concentración en las Zonas, los avances que éstas han tenido basados en el trabajo de las mujeres y los hombres de esta organización política y la dejación de las armas. Pero lamentablemente, el gobierno deja su huella de corrupción y constantes incumplimientos.
Ya lo decíamos antes, el Estado iba a ser el enemigo número 1 de la paz. (leer El proceso de paz y sus enemigos: El Estado, hipocresía y represión ) Juega al desgaste político al incumplir lo pactado; al someter a los movimientos sociales y políticos al exterminio mientras repite hipócrita y descaradamente que no hay sistematicidad en los asesinatos de los líderes sociales; al negar al paramilitarismo, que nunca murió, y desde el 2013 se fortalece y se reubica territorialmente.
Aproximadamente 1500 presos de las FARC están en huelga de hambre puesto que debieron salir bajo la ley 1820 de amnistía e indulto y siguen en las mazmorras del Estado. A esta huelga se ha unido Jesús Santrich, Comandante del Estado Mayor Central de las FARC. También se han levantado muchas voces por la libertad de los presos políticos que están en Estados Unidos y el exterior, a los cuales, lamentablemente, no los cubre esta ley. El caso más emblemático es el del Comandante Simón Trinidad.
Si el Estado no cumple este tema que no requiere mucho esfuerzo por su parte ¿Qué esperamos que suceda con el punto 1 Reforma Rural Integral, 2 Participación política, 4 Solución al Problema de las Drogas Ilícitas y 5 Víctimas, los cuales marcan cambios en la vida y el territorio y en los cuáles se requiere voluntad política y una gran esfuerzo mancomunado de todas y todos (sobretodo del estado) ? ¿Necesitamos que gran parte de los colombianos entren en huelga de hambre para que el Estado cumpla sus obligaciones constitucionales y la palabra empañada en La Habana ante todo el planeta?
Uno de los puntos claves para desatorar esta situación es la unidad de los sectores comunistas, revolucionarios, progresistas y democráticos del país. Sin embargo allí hay un gran trabajo por hacer que se ve un poco turbio por cuanto se avecinan elecciones presidenciales.
Para lograr que la unidad sea posible no debemos perder de vista ciertos puntos muy importantes:
1. La unidad debe estar alimentada del trabajo con la gente. Atrás deben quedar los caudillos electorales (tanto locales como a nivel nacional) que van a "untarse de pueblo" cada cuatro años. El trabajo constante con las comunidades debe ser la verdadera forma de medir la capacidad política de un líder, no el hablar bonito en una tarima.
2. La unidad debe girar en torno a los Acuerdos de la Habana y la organización social que nos permita el trabajo con las comunidades para que se empoderen de su territorio y así ir hacia la construcción y el fortalecimiento del poder territorial.
3. Nos debe quedar suficientemente claro que la unidad Electoral NO es la prioridad, pero en vista de que se avecinan las elecciones jugará un papel importante en este momento histórico. Por lo tanto esta unidad electoral no puede estar marcada por intereses personales, capitales electorales o caudillos, sino a un programa que nos solo recoja los puntos de vista de los diferentes partidos revolucionarios, democráticos y progresistas, sino los anhelos y luchas del pueblo colombiano.
4. La unidad y el panorama electoral nos debe llamar a tomar decisiones con cabeza fría. Debemos evaluar y estudiar con cuidado cada situación puesto que más importante que ganar las elecciones presidenciales, está todo lo que se pone en juego de llegar a alianzas con sectores de dudosas pretensiones (ya sean históricas o recientes) Hace poco desde Colombia Soberana alertábamos sobre cierta alianza. El Proceso de Paz y sus enemigos: ¿Coalición contra la corrupción o contra la paz y la unidad? Debemos entender que mientras prime los celos por el poder, el capital electoral y el miedo a no ser públicamente reconocido sobre los intereses de nuestras luchas, va a ser muy complicada, tanto la unidad electoral, como la unidad por la paz.
3. Debemos tener en cuenta también que los sectores oportunistas, indecisos y traidores en vez de sumar restan. Hoy muchos desde adentro muchos llaman a que todos nos unamos, a que toleremos que vuelvan arrepentidos a las filas de la izquierda y de los comunistas, a que llamemos a sectores abiertamente conservadores y fascistas, a que aceptemos a "lagartos" que cambiaron de color según el gobierno de turno.
Cuando oímos estos llamados de sirena nos preguntamos qué tan inocentes son y viene a nuestra memoria que en su nacimiento, por una situación similar, la Unión Patriótica llamó a la unidad, a sus filas, un entonces joven liberal de ideas muy allegadas al Samperismo. Este joven es el hoy Senador y expresidente Álvaro Uribe.
De solo pensar el daño que este delincuente hubiera hecho desde dentro, da escalofríos. La unidad no es con todo el mundo, bienvenidos los movimientos, partidos personalidades y demás persona que siempre han luchado por la paz, pero hay que abrir los ojos y leer entre líneas, no todo el que habla bonito suma.
Gane o no electoralmente el sector revolucionario, democrático y progresista, la lucha que se viene es sumamente difícil, es la implementación, la cuál solo marca el inicio de la construcción de la paz. No nos llamemos a engaños, es un proceso de décadas, el cual no solo es el cumplimiento del Acuerdo de la Esperanza, sino un trabajo grande en lo referente a la reconciliación, la creación y/o fortalecimiento del poder popular desde el territorio y el surgimiento de nuevas luchas sociales, políticas, culturales, educativas, comunicacionales, organizacionales, culturales y ambientales, por solo nombrar algunas.
La organización desde los territorios y desde las bases y la coordinación y unidad de estas formas de organización hasta escalar hasta niveles regionales y nacionales, debe ser entorno a valores como la libertad y la paz y por el crecimiento de la movilización, que será lo único que nos permita obligar al Estado a cumplir con lo pactado tal y como está escrito y emprender la construcción de una Colombia Nueva a la altura del sacrificio de los hombres y mujeres que dieron su vida durante todas estas décadas y de los sueños de nuestros niños y de las futuras generaciones.
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