Análisis
Por María Méndez
Fundación Colombia Soberana
En una charla con una camarada hablábamos de las dinámicas que se están dando en torno a las próximas elecciones. Este tema reviste especial importancia, pues como ya sabemos estamos en un momento histórico, no solo en Colombia, sino en el resto del mundo.
En esta época reviven y Toman fuerza de los fantasmas que asustan a las clases dominantes y al imperio: la revolución y la fuerza avasalladora del pueblo. La resistencia Palestina, la guerra en Sira, la situación de Yemen, la atrocidad del Estado Islámico, las dinámicas entre los bloques EEUU-UE-Japón contra Siria- Rusia- China- Corea del Norte, el pulso en América Latina entre la derecha y las fuerzas democráticas en lucha por la dignidad, la independencia y el humanismo que llega a su punto álgido con lo que sucede en Venezuela, es el escenario internacional en el que se da la firma y la primera fase de implementación del Acuerdo de la Esperanza.
No ganamos con el solo hecho de la firma que pone fin a un conflicto armado de más de medio siglo. Se inicia una ardua lucha política para conseguir, dignidad, libertad, educación, salud, en fin, una Colombia en paz y con justicia social.
Las próximas elecciones se debaten entre la macabra posibilidad de que asuma una derecha mentirosa, recalcitrante y asesina que dificultaría la debida implementación del Acuerdo, agudizaría la persecución contra organizaciones y líderes sociales y fortalecería el paramilitarismo, como lo vimos en los años 2002-2010; o un gobierno que, sin necesidad de que sea revolucionario, propiciaría la unidad de los diferentes sectores que se mueven en torno a la paz, cumpliría los compromisos que el Estado adquirió en el Acuerdo, asegurando así su implementación y fortalecería las organizaciones sociales y las fuerzas políticas del pueblo.
Así pues, las respectivas fuerzas se están reacomodando. No es necesario para este artículo mirar de cerca las tácticas de la derecha que recaen en su ya conocida tendencia a la mentira, el terror y la corrupción.
Con respecto a la izquierda, los sectores y partidos revolucionarios también se mueven y se preparan. Se alistan los Congresos de la Unión Patriótica, del Partico Comunista, de las FARC y el Segundo Consejo Patriótico Nacional de Marcha Patriótica. Huber Ballesteros anunció que esta organización lanzaría candidatos a Senado y Cámara.
Ya en un escrito anterior analizábamos una postura de un sector que se autodenomina “centro izquierda” y su “gobierno de cambio”, que en alguna manera nos inquieta puesto que puede ser germen del divisionismo, tanto en los sectores sociales como en los populares al causar confusión, pero sobretodo porque cabe la posibilidad que ponga trabas a la implementación del acuerdo.
En este momento me parece muy válida las palabras de mi amiga cuando advierte: “los resultados siempre se verán en algún momento, y la historia tiene una huella imborrable”
No nos podemos dar el lujo de equivocarnos sólo por apetitos personales, es debido aunar esfuerzos frente a propuestas de largo aliento que vitalicen y construyan paz con justicia social, y no en torno a líderes, que si bien se les reconoce sus aportes, solo haríamos que tomara fuerza posiciones caudillistas que engendran el culto a la personalidad, impiden el crecimiento de las organizaciones y el surgimiento de nuevos liderazgos desde las bases, se prestan para la corrupción y es una visión corto simplista que pone en riesgo la construcción de la paz.
Desde ya tenemos que blindar al movimiento social y los partidos revolucionarios, dando vigilancia, el debido análisis y la respectiva lucha a las posturas oportunistas y divisionistas que impidan el crecimiento y la unidad y que estén veladamente en contra del Acuerdo de la Esperanza o subestimen las luchas y la trayectoria política de otros partidos y movimientos que construimos paz.
Ahora es que se empieza a medir y valorar los verdaderos revolucionarios, tenemos que apoyarnos y fortalecer nuestras bases políticas, ideológicas y el trabajo de masas y demostrar que nuestro amor al pueblo y a la paz se antepone a proyectos personales.
No podemos dejarnos llevar por el afán electoral. Aún queda tiempo de pensar una propuesta programática que defienda la paz de nuestro país y que esté a la altura que este momento histórico requiere y en quién la representará, pero sobretodo, intensificar el trabajo de masas, la más bella de todas las formas de lucha que está en los barrios, campos, con los necesitados.
El Acuerdo de la Esperanza nos puso a soñar bonito de nuevo, a soñar con la paz, con una Nueva Colombia para todos y todas. Soñemos y luchemos porque se haga realidad.
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