Análisis
Tomado de Delegación de Paz de las FARC-EP
Por Carlos Antonio Lozada - Integrante del Secretariado Nacional de las FARC-EP
No podemos menos que saludar la decisión del Presidente Santos de suspender las fumigaciones con glifosato. Una decisión sensata aunque tardía.
El debate abierto a raíz de la decisión, es igualmente positivo en la medida que involucra distintos sectores sociales y políticos, instituciones y personalidades de diferentes ámbitos del quehacer nacional, en un enriquecedor ejercicio de discusión, en torno a uno de los grandes problemas del país, como lo es la existencia de los cultivos de uso ilícito y la política antidrogas, que busca acabarlos.
De tiempo atrás, las FARC-EP hemos mantenido una postura contraria al tratamiento militar que se le ha dado al problema de los cultivos de uso ilícito, por parte del Estado y los gobiernos de turno. Desde nuestra visión, y por el conocimiento que tenemos de la realidad que se vive en las regiones donde se plantan estos cultivos; hemos sostenido que por tratarse de un fenómeno claramente socio-económico; asimismo, la solución a esta problemática debe contener esencialmente medidas económicas y sociales.
A pesar de que cultivadores y consumidores constituyen los eslabones más débiles de la cadena del narcotráfico, es sobre ellos que han centrado sus esfuerzos las políticas antidrogas; algo totalmente contrario a la lógica. Pero claro, no es que los gobiernos y los estados no lo sepan; lo que sucede es que los intereses de las élites que gobiernan en Colombia y en los Estados Unidos, que es donde diseñan esas políticas, corren por un carril distinto a los intereses de los colombianos y los norteamericanos del montón; lo de las élites son los negocios, y el narcotráfico lo es y de los más jugosos del mundo, incluyendo las fumigaciones y todo lo demás que rodea esas políticas antidrogas.
Pero es además –la lucha contra el narcotráfico- una eficaz palanca de la geopolítica norteamericana, en la medida que tras ella esconde su intervencionismo, pero ese es un asunto que escapa a las limitaciones de este escrito.
Si de verdad se quisiera acabar con el narcotráfico, sencillamente lo que habría que hacer es legalizar el consumo, desactivando así el ariete que eleva las ganancias del negocio; pero ese tampoco es el asunto que deseamos tocar.
Ahora bien, más allá de rebatir los frágiles argumentos de quienes se han pronunciado anunciando el apocalipsis como consecuencia de la suspensión de las fumigaciones; lo que realmente deseamos es formular una propuesta que nos ponga en el camino de la solución definitiva del problema; pues nada ganamos si, como ya insinúan algunos, dejamos de usar el glifosato para reemplazarlo por otro veneno.
Teniendo ya firmado un acuerdo parcial sobre el punto 4 de la agenda que privilegia la sustitución concertada con las comunidades de los cultivos de uso ilícito, ¿por qué no comenzar su implementación a través de un plan piloto, orientado desde la Mesa y con apoyo y asesoría de la comunidad internacional; para ser desarrollado en una región o un municipio, que además de manera simultánea puede ser complementado con otro acuerdo humanitario para la descontaminación de explosivos de la misma zona?
¿No es esta una oportunidad de oro para que las partes demostremos con hechos nuestra irrenunciable decisión de avanzar en dirección a la terminación del conflicto?
¿Acaso puede haber mayor demostración de la voluntad de las partes de trabajar por el desescalamiento del conflicto, que desarrollar de manera concertada y conjunta, planes como el que proponemos?
¿No es esta una buena manera de derrotar el escepticismo frente a las posibilidades reales de una paz con justicia social y desarrollo de las regiones?
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