Análisis
Colombia Soberana
Por María Méndez
Los diálogos de la Habana son la salida para empezar a trabajar por la anhelada paz, pero esto tiene que ir más allá de las reuniones y acuerdos a los que están llegando las respectivas delegaciones.
Para que se dé la firma de acuerdos en un ambiente más favorable para paz, debe existir respeto, no sólo entre los negociadores, las FARC-EP y el Gobierno de Juan Manuel Santos, sino sobre todo para el pueblo colombiano.
Se ha dicho desde que inició este dialogo, algo más de dos años, que el Gobierno juega con doble moral y reglas poco claras, eso sí pide al pueblo confianza ciega y paciencia, y exige a las FARC-EP pruebas de “buena voluntad” que ellos mismos no muestran. Juan Manuel Santos aplica la ley del embudo, lo ancho para él, lo angosto para las FARC y nada para el pueblo.
Y es que es paradójico que llegue a acuerdos en el tema de tierras cuando reprimió asesinamente al pueblo que se manifestó en el Paro Nacional Agrario y Popular, no cumple acuerdos con la Cumbre Nacional Agraria Étnica y Popular, sigue vendiendo el país a las transnacionales y presenta el proyecto de ley 133 que asesina la economía campesina.
Esto es sólo una muestra, porque podríamos hablar también del segundo tema que se dialogó, que es la participación política, y vemos con asombro que el gobierno todavía no ve como “interlocutor digno” al pueblo colombiano: los campesinos, los trabajadores, etc. También afecta sobremanera que continúa y sigue agravándose, la seguridad de los grupos y movimientos de oposición, de los líderes sociales, los campesinos, defensores de víctimas y de derechos humanos, ambientalistas y todo aquel que piense diferente al gobierno o a Álvaro Uribe.
Parece que el Gobierno no se da por enterado que los paramilitares, hoy llamados Bacrim, aumentan y se reorganizan territorial y políticamente en el país; que sus “gloriosos hombres de acero” siguen acosando, estigmatizando, pisoteando, secuestrando, bombardeando y matando a los colombianos, en fin, que en Colombia todo podría agravarse.
En nuestra opinión Santos tendría que ser más coherente entre lo que predica y aplica. No puede hablar de paz para Colombia cuando sus obras son de guerra contra el pueblo ¿o es que para Santos solamente cuentan los “colombianos de bien” dueños de empresas, tierras, incrustados en la política, asesinos por acción, omisión y algo más?
Consideramos que si Santos quiere de verdad meterle acelerador al proceso de paz con las FARC y empezar unos diálogos con el ELN tendría que retirar proyectos de ley como el 133, la Ampliación del Fuero Militar, hacer revisión de leyes, decretos y resoluciones como la 970 del ICA que afecta al campesinado colombiano y otras tantas.
Empezar a negociar enserio con las comunidades afectadas por múltiples problemáticas causadas ante todo por megaproyectos y tomar en serio a las que tiene sentadas en la mesa como la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y popular, no sea que se pare de la mesa y le toque darse cuenta de nuevo que cuando el pueblo decreta paro sí existe.
Es urgente que declare cese bilateral al fuego con la guerrilla de las FARC e invite al ELN también a dejar las hostilidades, situación cuyos beneficios se verían reflejados en menor pérdidas de vidas, allanaría terreno para frenar el minado y empezar a limpiar a Colombia de minas antipersonas (ardua tarea), haría más fácil la dejación de las armas para los grupos insurgentes, disminuiría el gasto militar, lo que significaría que podría usarse ese dinero para educación, salud, vivienda, víctimas, y demás y se podría fortalecer el proceso de desmonte del paramilitarismo entre muchos otros beneficios.
En este punto consideramos que sería un gesto de voluntad política con la paz que el Gobierno dejará atrás la política de Seguridad Nacional y la Doctrina del Enemigo Interno que se practica en las Fuerzas Armadas, y es uno de los detonantes de la guerra que vivimos y podría clasificarse como la mayor “fábrica de víctimas” que hay en Colombia.
Valoramos tremendamente los avances que hay sobre la mesa de la Habana, pero es hora de ir cimentando la paz con justicia social en Colombia.
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