Análisis
Por Andrés París
Nadie tiene la vanguardia, ninguna fuerza asoma como mayoritaria. Lo grande está en la unidad, esa herramienta de liberación tiene hoy la palabra.
Por Andrés París
Vocero de las FARC-EP en la Mesa de Conversaciones
Definitivamente el ambiente político y mediático que rodea la campaña electoral del Presidente Santos cambió. De la euforia decembrinaque le presentaba un futuro despejado sin rival al frente, han pasado a la preocupación extrema, antesala del desconcierto, síntoma ya del fin del fin de la aspiración reeleccionista.
Se conjugan varios factores que configuran la actual crisis que sacude a todos los cuarteles electorales en pugna por el poder político. El esencial y determinante es que tanto la campaña del Presidente, como la de los otros candidatos, incluso de sectores de centro, pretenden relegitimar el actual statu quo, sin compromisos con Colombia y su gente. Todos a una, como las aceitunas, pretenden perpetuar el régimen actual, su política económica y social. La canasta principal donde ponen los huevos de la avaricia y las ganancias es el salvaje modelo económico extractivista y neoliberal.
Mientras los aspirantes a la Presidencia no modifiquen sus programas electorales, los colombianos se mantendrán de espaldas a sus ofertas. Síntoma de que esto es cierto, es que el voto en blanco se mantiene en la delantera de la intención de los votantes, muy por encima de los candidatos que ven bajar los guarismos tras cada nueva encuesta. El 27 por ciento que atribuyen a Santos es falso y así lo determina el descenso de estos días. No es cierto que los dos esfuerzos principales en su malogrado gobierno sean la paz y la reelección, como lo afirma la revista Semana. El proyecto principal son las finanzas, las ganancias de las trasnacionales, ante cuyo altar está dispuesto a perder hasta su misma reelección. No está dispuesto a invertir ni un centavo en el bienestar de los demás, ni en la paz. Es mentira que tengan en cuenta las esperanzas de los pobres. Lo que importa es preservar los intereses de la clase para la que gobiernan.
La crisis de las candidaturas, incluidas las de izquierda y centro, es la quiebra programática de las diversas fuerzas del espectro político, que no se ajustan a las demandas del pueblo colombiano. Incorporan en sus banderas la paz, pero sin los cambios socioeconómicos reclamados por las mayorías. Como toda crisis, la actual está llena de elementos para la reflexión. No arranca la campaña, se divide la derecha, la izquierda se fractura, el centro se deja confundir con la maniobra griega del caballo de Troya Peñalosa. La división y los matices de sectores y segmentos de grupo predominan en los movimientos y partidos. ¿Será esto solo un caos, o elementos de un nuevo amanecer? Tras los matices y las divisiones hay un elemento creador, positivo: surgen ofertas nuevas y se desdibuja la vieja hegemonía bipartidista. Es el momento de sumar los matices que sean necesarios de cada sector, en un gran torrente de unidad por la paz.
En las FF.MM. por fin se expresan tendencias y éstas chocan en la pugna entre el Presidente Santos y el señor Uribe. Pretenden superar estas contradicciones depurando, sacando a unos generales, dizque por corrupción, dejando la impresión falsa que los que quedan son honestos. No, señores, lo que hay en las fuerzas armadas oficiales es cansancio por el papel de manopla asesina que les asigna la burguesía colombiana. Tanto afán depurador y tal drasticidad no es por corrupción, pues si fuera por eso todo el régimen político debería purgarse de este mal. En las fuerzas armadas se discuten tendencias alrededor de la paz y la guerra, la soberanía y la patria.
Estas contradicciones en las alturas jugarán su papel como cartas en el juego por el poder y serán un factor determinante en los desenlaces electorales. Los matices y fraccionamientos atacan la viabilidad del triunfo de la derecha. Pero esa misma plaga, la división, impide que el centro y la izquierda acierten en lo estratégico del minuto que vive la patria, como oportunidad para producir los cambios o ganar posiciones para imponerlos. Incluso hasta para ganarlos con un nuevo gobierno que salga de los resultados electorales de mayo. La convergencia con un programa de paz y cambios sociales puede guiar al centro del espectro político, que junto con una postura realista de la izquierda permitan que se materialice la alianza que dé la victoria a un gobierno de paz y reconciliación, con el cual las FARC-EP puedan firmar el gran tratado de paz. Mayo puede marcar el comienzo de una nueva realidad política.
Los EEEUU ven con preocupación los procesos venezolano y colombiano, los observan con una misma lupa y estimulan, apoyan, guían y financian las tendencias afines a sus intereses. La consolidación del gobierno del presidente Maduro les angustia. La crisis de la derecha colombiana los desespera. En el cono sur hacen aguas sus apuestas políticas. Santos no tiene asegurada su reelección. Piñera perdió en Chile. En Costa Rica sorprende un disidente del partido de gobierno. En el Salvador se impone el FMLN con el primer lugar, para definir en segunda vuelta la Presidencia de la nación. La reunión de la CELAC fue por lo tanto, dentro de esta perspectiva, la suma de estas tendencias políticas en cada nación latinoamericana.
Colombia va perdiendo el teflón que ha construido el régimen y los cambios van expresándose con mucho vigor en la coyuntura que analizamos. Nadie tiene la vanguardia, ninguna fuerza asoma como mayoritaria. Lo grande está en la unidad, esa herramienta de liberación tiene hoy la palabra. En la unidad está la clave de las nuevas batallas. En la unidad de hoy está la posibilidad de una Asamblea Nacional Constituyente que vea por la paz y los acuerdos de la Habana, y determine los cambios que haya que hacerle a las instituciones después del triunfo de un gobierno alternativo y democrático.
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