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Los desafíos para las mujeres que luchamos por la libertad, la igualdad y la dignidad como garantías de una paz duradera

Ponencia
Tomado de Rebelión
Por Carmen Luisa Castro


Ponencia presentada en el foro: "Aportes de la mujer en la construcción de la paz en clave de reconciliación " en Palmira, Valle.

Es una gran responsabilidad conversar hoy (*ponencia presentada el 22 de noviembre de 2012) con ustedes, después de la alocución presidencial de Santos, en la que anuncia su propuesta de reelección y se postula como el candidato del cual depende la paz de Colombia, porque están en juego los sentimientos, las esperanzas, los deseos y la fatiga de millones de colombianos y colombianas afectados directa o indirectamente por la guerra; lo cierto es que junto con ellos y nosotras, están también en juego los intereses de quienes ven ahora, la posibilidad de pasar del “ negocio de la guerra” a hacer “buenos negocios” en paz y por supuesto los oscuros intereses de quienes prefieren el “negocio de la guerra” y apostarán por continuar la estrategia del terror para justificar el cierre de éstas negociaciones o para desconocer sus acuerdos y para volver a involucrar a las generaciones venideras en nuevas guerras. 

Así que pediré de antemano su generosidad para escuchar algunos planteamientos y ver los negros nubarrones en el cielo que anuncian que se avecina una tormenta, que por el momento ocultan el brillo de la anhelada paz, pero luego, vendrá la calma como dice el refrán, sí como mujeres y hombres de ésta tierra y con la solidaridad de las mujeres y los hombres de muchas parte del mundo nos decidimos a renovar con convicción nuestra lucha por la justicia y no nos conformamos con los embelecos de una “paz express”.

 ¿Qué es lo que vivimos hoy como proceso de Paz en Colombia? 

Después del último escenario de negociaciones que fue San Vicente del Caguán en el 2002, estamos viviendo las consecuencias de un proceso de pacificación y recuperación o consolidación del control territorial y de presencia del Estado, orquestado con la participación activa de los EEUU a través del Plan Colombia, que ha implicado una profundización y degradación de la guerra con los consecuentes costos sociales y de vidas que éste tipo de campañas genera y que, aunque ha llevado a la insurgencia a aceptar un acuerdo mínimo para iniciar negociaciones, ya es vox populi decir que la guerrilla no está derrotada pero la parte menos visible es que una mayor presencia del Estado NO ha logrado revertir la otra cara de ésta guerra, la del despojo, en la que miles y miles de campesinos, pueblos indígenas, comunidades afro y pobladores urbanos han perdido sus tierras, sus vidas, su patrimonio, su dignidad en manos de los “señores de la guerra”: paramilitares, narcotraficantes y empresarios nacionales y multinacionales para los cuales la guerra fue o es un buen negocio y les ha asegurado ejercer poder social y político en diversos territorios del país donde justamente hoy, se encuentran las riquezas naturales apetecidas por los negocios globales: agua, madera, tierra, minerales y petróleo. 

Por el lado de la insurgencia, estamos viviendo el resultado de su propio cocinado como dirían las abuelas, durante San Vicente del Caguán, ellos confundieron la posibilidad de refundar el país con los miles de colombianos y colombianas, organizaciones sociales y populares del país, de Latinoamérica y del mundo que respaldaron ese proceso, con la necesidad de ganar la guerra, al final ni la ganaron, ni generaron mejores condiciones para un salida negociada y a cambio perdieron legitimidad especialmente en amplias capas urbanas de la población y también en las zonas rurales que se vieron expuestas a la brutalidad de la guerra sin poder decidir sobre ella. 

Lo que pasó en éstos, casi, 12 años, es que la posibilidad de la paz se mantuvo viva gracias a la movilización del pueblo colombiano y no de ningún presidente ni expresidente ni de ningún comandante guerrillero. Con sus marchas indígenas, sus protestas sociales, sus organizaciones de víctimas, las comunidades de paz, los estudiantes y maestros en las calles, las organizaciones de mujeres, de jóvenes, decenas de vigilias por la vida, la defensa de los derechos humanos, los paros campesinos y las acciones en la defensa de nuestra biodiversidad y del patrimonio ambiental del país, de las miles y miles de tutelas por el derecho a la salud, a la vivienda y del esfuerzo cotidiano de todos y todas nosotras que con nuestro trabajo hacemos viable éste país, hemos dicho BASTA YA por encima de la guerra y del terror que genera, hemos dicho éste país como va no va bien y que hay que cambiarlo y con nuestros actos hemos hecho saber a tirios y troyanos que hoy debemos luchar porque haya más y mejores vías democráticas y sobre todo para hacer que se respeten y que el gobierno y quienes disfrutan de la riqueza y del poder, tengan la seguridad de que la paz durará si la democracia se profundiza.   

"Si no hay esperanza para los pobres, no la habrá para nadie, ni para los ricos" (Papa Francisco I) 

La verdadera LLAVE DE LA PAZ es la organización desde las comunidades. La proliferación y el fortalecimiento de muchos grupos (aún dispersos) y del hecho de que cada vez con mayor decisión son las mujeres las que se organizan, nos hablan de que hemos perdido el miedo, ahora el siguiente paso es la decisión de participar en la vida política del país, de transformar las costumbres desde abajo y a eso, déjenme decirle, le temen tanto tirios como troyanos. 

De manera tal, que hoy tenemos un proceso de Paz, con unas negociaciones en la Habana entre dos partes del conflicto armado (que tiene en realidad como 4 partes que están y no están sentadas allá) y por el otro lado, el pueblo organizándose y luchando para garantizar unas condiciones que le permitan vivir libremente, con condiciones de igualdad y dignamente, que son las reales garantías de una paz duradera, y para el cual un acuerdo como el de la Habana representa oportunidades y amenazas. 

El país a partir de los acuerdos que se firmen y se validen por la vía del referendo el 25 de mayo junto con las elecciones presidenciales, va a entrar en una etapa de posconflicto parcial, que quiere decir que va a haber cambios en la manera cómo se gobierna el país, cambios que necesariamente repercutirán en la vida de todas y todos. No es en estricto sentido una etapa de posconflicto general por las siguientes razones: 

· No todos los actores de la guerra en Colombia están haciendo parte de la negociación, especialmente en lo que se refiere a los autores intelectuales y a los patrocinadores de la guerra frente a lo cual es urgente que las organizaciones de víctimas, la iglesia, la comunidad internacional, las Ong de derechos humanos y el movimiento de mujeres se mantenga alerta y alce la voz cada vez que encuentre evidencias sobre éste punto. 
· Porque el fenómeno del paramilitarismo aunque reciclado como Bacrim, sigue vivo y armado 
· Los acuerdos tienen un alcance limitado que es justamente una de las llamadas “virtudes” del proceso, y el conflicto social y político en Colombia tiene sus raíces en la desigualdad y la injusticia que no se resuelven en una mesa, lo que sí pasa es que esos diálogos abren una puerta para que nosotros y nosotras entremos por ella y ensanchar esos acuerdos, exigiendo que se reconstruya el país sobre nuevos acuerdos sociales, éticos, económicos, ambientales y políticos, la convocatoria a una asamblea constituyente es ahora o más tarde un imperativo histórico si queremos una paz duradera. 
· Porque no afrontan lo que hoy ya es el problema más importante de Colombia, América Latina y el mundo y es que la economía ilegal (el narcotráfico, la acumulación de riqueza a partir de la violencia, la corrupción, el lavado de activos, la trata de humanos, la comercialización de armamentos,etc) es la que manda la parada y la que genera los mayores niveles de ganancia y frente a la cual los Estados y los poderosos del mundo realmente no están tomando las medidas necesarias, lo que si van a hacer éstas negociaciones es dejar de echar gasolina a éstos problemas y quitarle el pretexto al gobierno y al ejército de achacarle todo a la guerrilla.  
· Finalmente, porque la actual política económica basada en los TLC y la disputa por la explotación de las riquezas ambientales del país especialmente en relación a la imposición de locomotora minero-energética van a terminar creando nuevos escenarios de conflictos territoriales. Las injusticias de hoy son las guerras de mañana. 

¿Qué sigue entonces? 

Es necesario que tomemos en nuestras manos como parte de nuestras tareas la radicalización de la democracia y es sobre una lluvia de ideas relacionadas con esta propuesta a lo que me voy a referir en adelante. En éste punto de la historia tenemos que aguzar nuestros sentidos, incluyendo nuestro sexto sentido, ya nada puede ser como antes ni podemos aceptarlo, entonces: 

La democracia representativa ya no aguanta, eso de elegir por elegir candidatos sin entender bien las consecuencias de sus propuestas para el país, sin medir con claridad los impactos de sus promesas de seguridad o de prosperidad, NO VA MAS. 

Hay que derrotar el clientelismo en estas elecciones, esto sería un gran paso y todas podemos participar en lograrlo; hay que informarse plenamente de lo que pasa en nuestro vecindario, en nuestra comunidad, en nuestro corregimiento o municipio, en nuestra región y en otras regiones, en el país, en las fronteras y más allá de las fronteras, debemos ser una FUERZA SOCIAL INFORMADA y contribuir a construir opinión pública informada desde la sala de la casa hasta el atrio de la iglesia. 

Debemos pensar nuestros actos desde la ética e intentar hacer nuestro mejor esfuerzo por vivir dignamente y no permitir que quienes viven una doble vida nos sigan gobernando, hay que denunciar la corrupción, eduquémonos para ser una FUERZA SOCIAL CON CAPACIDAD PARA INCIDIR, EXIGIR Y SANCIONAR. 

En su homilía de la misa de las siete de la mañana el 11 de Noviembre el Papa Francisco dijo lo siguiente: sobre el «cristiano de doble vida que dice ‘¡Yo soy un benefactor de la Iglesia! Meto la mano en mi bolsillo y hago donativos a la Iglesia. Pero con la otra mano roba al Estado o a los pobres … ¡roba!». «Es un injusto, y eso es doble vida. Y merece –lo dice Jesús, no lo digo yo- que le aten al cuello una rueda de molino y lo echen al mar. Jesús no habla de perdón aquí». 

Quienes se han enriquecido con la guerra; quienes han acomodado las leyes para beneficiar sus intereses particulares ya sean económicos, sociales, culturales o políticos; quienes han abusado de su condición de poder para oprimir y explotar a los niños, los jóvenes, las mujeres y los hombres del pueblo deben ser castigados. La justicia transicional debe buscar los mecanismos más expeditos para poder establecer las reglas del perdón político y el castigo, porque el nuestro es un conflicto de mucha complejidad y la justicia tiene que apretar el paso para poder encontrar un punto de equilibrio entre el tiempo, los costos, la capacidad del sistema de justicia y los intereses en juego, en cambio la reconciliación que va de la mano del perdón social, no va a perdurar si el costo es el olvido y la impunidad, por más afán que tengamos los colombianos y colombianas o tenga el presidente Santos, hay que darle tiempo al tiempo para establecer la verdad histórica porque es el tiempo del cambio, por eso he colocado al principio ésta canción latinoamericana que dice: hay que sacarlo todo afuera como la primavera, para que adentro nazcan cosas nuevas, lo que vamos a necesitar es de paciencia y de tolerancia frente al lento proceso de establecimiento de esa verdad histórica. 

La democracia participativa sin incidencia tampoco aguanta, eso de ir a cientos de reuniones y talleres para aportar a las políticas públicas sin que nuestras decisiones sean respetadas, para que el papel aguanté todo y para que parezca que los gobernantes están cumpliendo y que ya casi alcanzamos los objetivos del milenio y que ya casi somos menos desiguales y más justos, y que ya casi se hacen las reformas a la salud y a la educación y al empleo que necesitamos los de abajo no los de arriba, NO VA MAS tenemos que insistir y perseverar , debemos ser un FUERZA SOCIAL DISPUESTAS A TENER Y EJERCER EL PODER POLITICO y a respaldar nuestras propuestas con la movilización, con la acción social, cultural, solidaria y creativa. 

Tenemos que luchar para que quienes ejercen el poder lo hagan sobre un principio: crear las condiciones para el ejercicio de los derechos fundamentales, porque en la constitución LA VIDA es el primer derecho reconocido pero las garantías no existen y la PAZ es otro derecho fundamental así como lo es el Derecho al libre desarrollo de la personalidad, esto es a vivir de acuerdo a como uno piensa y está el Derecho a la integridad personal pero estos derechos no pueden realizarse, es necesario conectarlos con otros derechos que deben ser considerados fundamentales como el del TERRITORIO no sólo para el caso de los pueblos indígenas y afro, sino en general para los colombianos y muy especialmente para el campesinado mediano y pequeño del país, hoy la cuestión agraria ya no se limita a exigir tierra sino que hay que exigir AUTONOMIA TERRITORIAL, esto significa derechos que reconozcan que todos y cada uno de nosotros y nosotras tenemos derecho a decidir cómo queremos, con quién, de qué manera queremos vivir en un determinado lugar y tiempo de la geografía del país. 

Esto es particularmente importante de entender hoy especialmente por las mujeres. Como organizaciones, como activistas, como movimiento hemos asumido con pasión la lucha por la justicia hacia las víctimas y con decisión la defensa de la paz como derecho, es preciso que entendamos ahora la profundidad de los conflictos territoriales que se están dando en el país, para atender sus causas y no sus consecuencias. Por ejemplo, la agudización del conflicto armado o de la violencia en las regiones puede obedecer a los intereses que se cruzan en la construcción de megaproyectos, narcotráfico, zonas de consolidación militar, control territorial de actores armados ilegales, etc, con una víctima en común: los pueblos. Es por esto que tenemos un nuevo reto, asumir la defensa de los bienes comunes ambientales por cuatro razones. 

1. La riqueza ambiental del país está siendo ofrecida al mejor postor a cambio de monedas, que además de ser irrisoras no van a compensar jamás los impactos ambientales de esos megaproyectos porque sus daños son irreversibles, no se reconstruyen montañas ni ríos ni ciénagas ni bosques ni páramos porque la naturaleza tomo miles de años en formarlos y en los casos de los proyectos minero-energéticos los daños son irreversibles y las vidas que hoy habitan y allí han construido su propia historia, tendrán que irse o serán desplazadas y las generaciones futuras perderán el derecho a disfrutar de estos bienes. 

2. Ha sido parte de nuestra identidad el reconocimiento de la trascendencia que se encarna en la capacidad de engendrar y garantizar la supervivencia de la especie, la crisis ecológica a la que nos ha llevado ésta modelo de desarrollo está llegando a un límite en el que miles de vidas humanas están en riesgo, la especie humana está en riesgo, la vida del planeta está en riesgo, así que sí hemos reclamado por ser más de la mitad de la población mundial el derecho a ser escuchadas, a ser tratadas como iguales, a no ser discriminadas ni violentadas, ahora tenemos, por ser justamente tan importantes en el mundo como población y por ser quienes sostenemos el tejido social las llamadas a asumir como deber la tarea de redefinir una nueva manera de entender y vivir junto con la naturaleza. 

3. Esta conciencia ambiental es nueva para muchos de nosotros y de nosotras y también para el país, por eso hay que luchar contra la mega minería y en lo inmediato exigir moratoria de proyectos minero energéticos hasta tanto se evalúen los conflictos actuales, la destrucción territorial futura, y la viabilidad de dichos emprendimientos, exigir un espacio de diálogo con la participación de los afectados por megaproyectos para buscar definiciones conjuntas y comunes hacia la transformación de la política mineroenergética de acorde con relaciones de reciprocidad y respeto entre las comunidades y el Estado. 

4. Porque es sobre y a partir de éstos recursos que las comunidades pueden garantizar el acceso a los mínimos vitales de agua, comida, aire sin las cuales el derecho a la vida volverá a ser vulnerado y se perderá la paz que se haya alcanzado porque ya sabemos que no hay mal que dure cien años ni pobre que lo resista. 

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