Análisis
La corrupción es consustancial con el modelo capitalista en Colombia. Desde los tiempos de la independencia, los burócratas manejaban el estado como sus fincas. Es decir, a las patadas. Muestra de ello es la anécdota del general Maza -no el que está enredado en el asesinato de Luis Carlos Galán-, sino el Maza libertador, el cual ante el cansancio de mandar cartas a la Tesorería estatal para que le pagaran el estipendio decretado por el Libertador Simón Bolívar a los que participaron en la guerra de independencia, resolvió irse para la Tesorería y a punta de espada se hizo pagar el dinero que le adeudaban, lo cual demostraba que plata si había y lo que reinaba era la más aberrante y corrupta visión de apoderarse de los dineros de los demás.
Pues bien, esa corrupción ha continuado -y continúa hoy día-, y el último Informe de Transparencia Internacional nos trae a nuestro país ubicado en el puesto 94 de 177 países, o sea, estamos más allá de la mitad. Nuestro país está ubicado así porque los estudiosos del fenómeno han encontrado que en Colombia hay todo un Estatuto Anticorrupción, el cual no se aplica porque los funcionarios no hacen esfuerzos para ello, lo cual genera la más completa impunidad.
La impunidad, madre de toda perpetuación de los delitos, si en cuestiones de violaciones de derechos humanos es del 97,7%, en los delitos cometidos contra el erario público es del 100%. Con ello se prueba nuestro aserto que en Colombia hay leyes para todo y en el papel somos una ”nación civilizada”. Mas ese ”cuento no me lo trago yo” -como dice Domínico Nadal- porque Colombia es un país que formalmente tiene leyes que persiguen los delitos, pero o no se aplican o si se aplican se hace mal.
Ayer no más, denunciaba Domínico la situación de la corrupción del Consejo Superior de la Judicatura. Y ”si la sal se corrompe”... se imaginan lo demás? Además, es sabido que la justicia burguesa en Colombia produce sentencias de acuerdo ”con el fajo de billetes que entre en sus bolsillos”, es decir, está comprada por los perpetradores de los delitos, convirtiéndose ellos mismos en otros delincuentes de ”cuello blanco”.
Lógicamente que en esa corrupción básica se encimó la práctica de la corrupción narcotraficante y narco-paramilitar -Uribhitler fue el presidente más corrupta de la historia colombiana, por ejemplo-. Los narcos aplican el principio burgués de que ”todo el mundo tiene su precio”, y la verdad es que en la sociedad burguesa colombiana eso pareciera ser verdad. Los honestos -especímen raro en desaparición- están muriéndose tempranamente por la ”ayudita” que les dan los narcos, o sea, a los honestos los matan a punta de plomo. Como hicieron, por ejemplo, con la U.P.
Entonces, entendemos que estemos en el puesto 94 producto de la sumatoria de las corrupciones. Corrupción derivada del sistema + corrupción narcotraficante = corrupción total. ”Y ahora, quién podrá defendernos?”.
Tomado de Cambio Total
Por José María Carbonell
La corrupción es consustancial con el modelo capitalista en Colombia. Desde los tiempos de la independencia, los burócratas manejaban el estado como sus fincas. Es decir, a las patadas. Muestra de ello es la anécdota del general Maza -no el que está enredado en el asesinato de Luis Carlos Galán-, sino el Maza libertador, el cual ante el cansancio de mandar cartas a la Tesorería estatal para que le pagaran el estipendio decretado por el Libertador Simón Bolívar a los que participaron en la guerra de independencia, resolvió irse para la Tesorería y a punta de espada se hizo pagar el dinero que le adeudaban, lo cual demostraba que plata si había y lo que reinaba era la más aberrante y corrupta visión de apoderarse de los dineros de los demás.
Pues bien, esa corrupción ha continuado -y continúa hoy día-, y el último Informe de Transparencia Internacional nos trae a nuestro país ubicado en el puesto 94 de 177 países, o sea, estamos más allá de la mitad. Nuestro país está ubicado así porque los estudiosos del fenómeno han encontrado que en Colombia hay todo un Estatuto Anticorrupción, el cual no se aplica porque los funcionarios no hacen esfuerzos para ello, lo cual genera la más completa impunidad.
La impunidad, madre de toda perpetuación de los delitos, si en cuestiones de violaciones de derechos humanos es del 97,7%, en los delitos cometidos contra el erario público es del 100%. Con ello se prueba nuestro aserto que en Colombia hay leyes para todo y en el papel somos una ”nación civilizada”. Mas ese ”cuento no me lo trago yo” -como dice Domínico Nadal- porque Colombia es un país que formalmente tiene leyes que persiguen los delitos, pero o no se aplican o si se aplican se hace mal.
Ayer no más, denunciaba Domínico la situación de la corrupción del Consejo Superior de la Judicatura. Y ”si la sal se corrompe”... se imaginan lo demás? Además, es sabido que la justicia burguesa en Colombia produce sentencias de acuerdo ”con el fajo de billetes que entre en sus bolsillos”, es decir, está comprada por los perpetradores de los delitos, convirtiéndose ellos mismos en otros delincuentes de ”cuello blanco”.
Lógicamente que en esa corrupción básica se encimó la práctica de la corrupción narcotraficante y narco-paramilitar -Uribhitler fue el presidente más corrupta de la historia colombiana, por ejemplo-. Los narcos aplican el principio burgués de que ”todo el mundo tiene su precio”, y la verdad es que en la sociedad burguesa colombiana eso pareciera ser verdad. Los honestos -especímen raro en desaparición- están muriéndose tempranamente por la ”ayudita” que les dan los narcos, o sea, a los honestos los matan a punta de plomo. Como hicieron, por ejemplo, con la U.P.
Entonces, entendemos que estemos en el puesto 94 producto de la sumatoria de las corrupciones. Corrupción derivada del sistema + corrupción narcotraficante = corrupción total. ”Y ahora, quién podrá defendernos?”.
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