Análisis
Por Colombia Soberana
“Pagaré con mi vida la defensa de principios que son caros a esta patria. Es posible que nos aplasten pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores porque la humanidad avanza hacia la conquista de una vida mejor”. Salvador Allende
El 11 de septiembre los medios masivos de comunicación nos bombardean con escalofriantes imágenes e historias deprimentes sobre la caída de Las Torres Gemelas. No es que yo le reste importancia a las víctimas de la edificación que vimos desde las cámaras, siempre sedientas de sangre de los mass medias, tirándose desde las alturas en medio de su desespero, la angustia y el dolor de los familiares de los que estaban allí o el estado actual de los que hicieron la limpieza de las calles y hoy, aparte de sufrir extraños cánceres y enfermedades, tienen que soportar el olvido de un país que los uso y hoy los desecha como si fueran basura.
No, no desconozco tanto dolor, pero me duele la mentira y el olvido. ¿A quién le interesaría tumbar Las Torres Gemelas? En la práctica a quien tenía la información de ante mano, quien buscaba desesperadamente la entrada a los posos petroleros de Oriente, quién haría lo que fuera, incluso la tercera guerra mundial, para calmar la sed de petroleo: el imperio.
Nadie gana con acciones tan ruines, y no es la guerra siempre la mejor opción, al menos para las personas sensatas, estas acciones desembocaron en una oleada militar a los países de Oriente que hoy nos tiene al borde de un ataque a Siria y con posibles repercusiones mundiales.
Sin embargo los medios masivos parecen olvidar esa realidad. Fragmentan y reconstruyen la historia como si fueran los dueños de las miles de vidas que se han perdido, como si disfrutaran con los millares de litros de sangre que se ha derramado.
En esta cruzada terrorista no solo perdió Irak, Afganistán y demás países que tienen que aguantar la represión, la invasión y el odio del monstruo gringo, también perdió el mundo. Nos cortaron la historia en dos y botaron nuestro pasado a la basura. Estados Unidos logró poner un nuevo punto de inicio a la historia. Ahora todo, la política, la economía, la cultura y demás, tienen como punto de partida el 11 de septiembre del 2001.
Escapándonos de esa telaraña, que le funcionó perfectamente al Pentágono, vale la pena irnos más atrás y recordar que no era la primera vez que Estados Unidos atacaba en esa fecha. Ese mismo día, 11 de septiembre pero de año 1973, caía el gobierno socialista de Salvador Allende. Él se disparó para morir con dignidad, el Estadio, hoy llamado Víctor Jara, se convertía en una cárcel por donde pasaron los más de 3000 muertos de la dictadura de Pinochet, incluido el martirizado cantor.
Sobre las bases de un gobierno del pueblo se edificaba una de las peores dictaduras de América Latina, sangrienta, atroz dictadura de la que no se han podido sanar tantas heridas sociales, que aún duele, dictadura nada más fue superada en los países de Sur América por los ocho años de "gobierno" del expresidente Álvaro Uribe.
En Colombia también perdimos en 1973 con la muerte Salvador Allende y el inicio de la dictadura de Pinochet pues se atrasó el proceso de la instauración de la verdadera democracia en Nuestra Mayúscula América.
Perdimos en el 2001. En ese tiempo se realizaba conversaciones de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y la guerrilla de las FARC-EP. Esta última recibió, después del auto ataque de Las Torres Gemelas, el epíteto de terrorista, frustrando así no solo los diálogos, sino la esperanza de paz que embargaba nuestros corazones.
Pero la esperanza nunca se pierde, y como decía nuestro Salvador Allende, "Mas temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pasará el hombre libre para construir una sociedad mejor.”
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