Análisis
Tomado de El Espectador
Por Salomón Kalmanovitz
Tomado de El Espectador
Por Salomón Kalmanovitz
Una insurrección popular fue detonada por el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán hace 65 años.
Desde antes, los conservadores radicales venían organizando en campos y veredas a “Los Pájaros”, la versión primitiva de los paramilitares de los años ochenta, para echar atrás los logros sociales de la República Liberal y ganar las elecciones locales. En 1947, el gobierno de Ospina Pérez clausuró el Congreso, de mayoría liberal, configurando una dictadura. Los liberales comenzaron a defenderse por medio de guerrillas y a hacerse fuertes en los llanos, en Cundinamarca y Tolima.
En 1950 ganó las elecciones Laureano Gómez frente a la abstención liberal. Su radicalismo falangista no era compartido por los conservadores de centro, de tal modo que su gobierno fue perdiendo apoyo, hasta que le organizaron el golpe militar que ejecutó Gustavo Rojas Pinilla en 1953. Éste declaró una amnistía que fue aceptada por los liberales, mas no por la fracción comunista que los acompañaba.
La guerra civil así iniciada cobró al menos 200.000 víctimas y un millón de desplazados. Muchos se fueron a colonizar la frontera, donde fueron atacados subsecuentemente por el Ejército. Ese es el origen de las Farc-Ep, que es parte integral de un país que no ha superado una organización política basada en señores de la guerra.
Efraín González, León María Lozano, El Cóndor, Mancuso, los Castaño, Manuel Marulanda, Don Berna y Víctor Carranza compartieron todos un reverencial respeto de parte de miles de inermes campesinos y ciudadanos. Los señores de la guerra conservadores tuvieron además un soterrado pero efectivo apoyo de su partido, fueron defendidos por la jerarquía eclesiástica, contaron con jueces, magistrados y fiscales que les garantizaron impunidad frente a crímenes de lesa humanidad y los medios de comunicación los ungieron con títulos de zares y dones. Los modernos señores de la guerra desplazaron a 700.000 familias de 7 millones de hectáreas en los últimos 25 años. Contaron con 35% de la representación congresional, con innumerables alcaldías y gobernaciones y fueron base política del presidente Uribe.
Carranza fue emblemático: participó con su ejército privado en la guerra de las esmeraldas y en la reciente guerra de los Llanos. Beco Díaz, en su canción El negro José María, relata los excesos de la guerra llanera: “las espadas se mellaban con los huesos que partían”, “los chulos se ahitaban con la carne que comían” y “los paticos navegaban en la sangre que corría”.
La cruenta guerra dejó sus dividendos: Carranza logró acumular activos por más de US$500 millones y se dice que apropió un millón de hectáreas de tierras en el Meta y en el Casanare. Dos obispos declararon que era un hombre bueno, arrepentido de sus pecados. Algunos medios titularon que sólo era un personaje controvertido.
Si el proceso de paz con las Farc es exitoso, se podría comenzar a marchitar la estructura política de los señores de la guerra, que tan bien se complementa con el clientelismo. Ellos perpetúan el atraso, la pobreza y la exclusión política, garantizan además que los dueños de la tierra no tributen, como los nobles en la Edad Media. Podríamos entrar en una fase de competencia política basada en la argumentación ideológica. Podríamos construir un Estado fuerte, basado en un servicio civil meritocrático incorruptible. Podríamos superar, por fin, la barbarie de los señores de la guerra.
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