Octubre
18, 2012
Por José y Clara[1]
Debe hacer frio en Oslo. Un recinto cómodo al
norte de la ciudad, una sala de prensa y
en el centro una mesa larga. De la mitad hacia la derecha, representantes del
gobierno colombiano. De la mitad hacia la izquierda, representantes de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejercito del Pueblo. No es común
ver a esos guerrilleros con una cortina azul sedosa de fondo, las camisas
limpias, el saco planchado, sin las huellas de la dura vida en el monte.
Por el lado del gobierno colombiano, De la Calle. En su léxico distante y burocrático evidencia
la costumbre de hablar a las cámaras. Sus palabras son ‘’puntos de la agenda’’,
dicen de ‘’una voluntad para la paz’’: abstracciones de marketing de los
políticos acostumbrados a gobernar delante de las cámaras y de espaldas al
pueblo.
El rojo de su rostro se incrementaba mientras se escuchaba la
declaración del Secretariado del Estado Mayor de las FARC-EP. Tal vez porque el
dialogo de las FARC empieza por discutir las causas del conflicto que afecta el
pueblo colombiano: desde el terrorismo de Estado hasta los tratados de libre
comercio.
En la rueda de prensa que siguió, el rostro de De la Calle (el rostro
del gobierno) exaltó la intransigencia. Aun con el enrojecido, en tono de voz
exaltado y beligerante, reiteró: ninguno de estos puntos está en la agenda,
ninguno de estos puntos está en la agenda…
Sus acompañantes no tuvieron permitida la palabra en la rueda de prensa;
ni siquiera cuando personalmente uno de ellos fue indagado. No sería la única
ni la primera respuesta negativa y descortés frente a la prensa colombiana e
internacional en el recinto, y de manera altiva e intransigente contestó con
todas las evasivas que pudo. Si la
designación de De la Calle era cuestionable por su rol en negociaciones
pasadas, hoy quedaron aun mas dudas sobre las aptitudes diplomáticas de quien
demuestra tan poco tacto con los comunicadores – parte fundamental de la vida
política.
Iván Márquez fue la primera voz –
pero no la única – de las FARC-EP. A su derecha, de rarísimas gafas oscuras,
Santrich. A la derecha de este, una silla vacía, con el nombre impuesto en
manuscrita: Simón Trinidad. Trinidad, experto en el tema agrario está preso por
‘’terrorista’’, 60 años de cárcel en EUA. No es la primera vez que este país
desconoce e ignora la (frágilmente existente) legislación mundial, en esta
ocasión el derecho universal de los pueblos a la rebelión armada contra la
tiranía y la opresión.
Las FARC-EP reiteran este derecho, desde distintos ángulos, a lo largo
de la lectura de la declaración y de la rueda de prensa. La guerrilla logra
correr el velo demoniaco impuesto en torno a las organizaciones insurgentes en
el dialogo sin restricciones ofrecido a la presa. Además de las banderas de
reforma agraria y tenencia de tierras que sostienen desde Marquetalia; el
pliego que traen a la mesa está centrado en vindicaciones y reclamos medioambientales, contra la minería
trasnacional, la explotación extensiva de la tierra y los agro tóxicos,
mostrando su lucha como expresión de la soberanía cultural y territorial;
puntos y matices que comparten con incontables movimientos sociales y pueblos
originarios de otras latitudes latinoamericanas, desde la Patagonia hasta el
Cabo de la Vela.
Los
periodistas hicieron todas sus preguntas y fueron respondidas abundantemente
por la delegación de las FARC-EP, que con esfuerzo de precisión argumentativa
desglosó las ideas. Desde la izquierda de la mesa se llama con urgencia al
pueblo organizado a participar de la construcción de un camino de paz, porque
es necesario que todos los actores del conflicto sumen su voz, desde el ELN
hasta los estudiantes, organizaciones indígenas, sindicales, LGBTI. A la izquierda de la mesa todos hablaron,
menos Alexandra, menos Simón Trinidad.
Esta amplitud de perspectiva contradice su
imagen pública de tercos militantes atrapados en la era soviética: la
abundancia de palabras sencillas y políticamente fundamentadas acercaron su humanidad
de guerrilleros, la dulzura brava del monte, traduciendo la realidad del pueblo
sencillo, el que más sufre la guerra. La ternura, de hecho, fue también
convocada al dialogo con frases de Santrich: ‘’la solidaridad es la ternura de
los pueblos’’. Y de esto hace falta mucho ahora.
En ese marco sus términos políticos en la situación fueron debatidos con
la prensa, explicitando que no han venido a negociar, ya que no se negocia la
causa del pueblo. Han venido a dialogar con el gobierno sobre una salida no cruenta
al conflicto. Esto, afirman, no quiere
decir que no puedan plantear al gobierno en qué cosas no están de acuerdo.
Precisamente: han venido a dialogar.
Este dialogo por una paz duradera empezará, según la agenda, por el
punto de tenencia de tierras. Sin
embargo, en nombre del gobierno, De la Calle afirma que no se va a discutir de
política. No se va hablar del “sistema económico”, “de la propiedad privada”,
del orden político. “No va a haber constituyente”. Sostiene que si las FARC-EP
lo quieren, podrá dar la discusión cuando se rindan y ganen elecciones. Ahora
no. Ahora el gobierno exige el cese unilateral del fuego, la rendición de una
lucha social que vive hace más de 50 años.
¿Cómo podrán discutir de política, es decir, de la venta de títulos a
mineras, petroleras y diversas aves de rapiña, nacionales e internacionales? ¿Cómo
hablar de los más de 3000 falsos positivos, la parapolitica, los crímenes del
terrorismo de Estado, los 6 millones de desplazados, el narcotraficante numero
82 y padrino del paramilitarismo Álvaro Uribe Vélez, las acciones conjuntas de
las Fuerzas Armadas con los escuadrones de la muerte de los paramilitares, que
ya cobraron cientos de miles de vidas de campesinos inocentes (¿Quien no ha
oído de la sangrienta brigada XVII y el condenado general Rito Alejo del Rio?)?
Claro que no se quiere discutir de política: esto implica cuestionar la
actual situación de Colombia, que fue construida precisamente en 50 años de un proyecto
político SIN oposición política; implica revisar el último medio siglo en el
que la predisposición a la discusión política del gobierno ha sido expresada
por el exterminio y persecución sistemáticos de la oposición, sindical o
partidaria, armada o no. No hace falta recordar el genocidio de la Unión Patriótica.
La militarización de la política es lo contrario a la discusión
política. Se critica la politización del debate por parte de las FARC-EP ¿Qué
otra cosa puede hacerse sino interpelar un Estado construido con fundamentos
políticos tan cuestionables como el Estado Colombiano, el tercer receptor de recursos
militares de EUA y el mayor asesino de sindicalistas en todo el mundo?
Politizar el debate sería traer a la luz cuestiones poco convenientes a un
gobierno que debe tanto no solo al pueblo colombiano, sino al Derecho
Internacional Humanitario.
Las
causas de la rebeldía armada no se discutirán. Como bien dijo un periodista por
ahí, la enrojecida respuesta de De la Calle a la alocución de las FARC-EP
mostró cuán lejos están las partes en este diálogo, porque al gobierno belicista y comprobadamente
narcoparamilitar, la paz con justicia social y la discusión política le sabe a
derrota.
[1]
Clara, Prof. en Historia, Argentina. Viajera,
investigadora independiente.
José, Antropólogo, Brasil. Viajero,
investigador independiente.
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